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561 • TRABALENGUAS |
Jueves, 17 de julio de 2003 |
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De
pequeño me llamaban la atención los trabalenguas. El ejercicio de repetir
cacofonías incoherentes, era menos difícil que el reto de entender su
significado. A veces su contenido me dejaba un amargo sabor de boca; otras un
dolor cerebral.
Incoherencias absurdas que provocaban la frustración de no entender nada del
asunto, y de que el mundo de los adultos era más complicado de lo que podía
asimilar. ¿Cómo comprender el interminable?:
Crecí. Las dudas conmigo. Jamás logré averiguar cómo acababa el cuento del gato; ¿le enderezarían los ojos?. Tampoco quién fue capaz de "des no sé qué" al rey de "no sé dónde"; supongo que nadie, pues lo siguen solicitando. Menos comprendí porqué estaban tistes los triges... ¡Digo, tristes los tigres!. Para mí eran frases absurdas, juegos sin sentido de gente ociosa que buscaba demostrar ser más hábil. O simple burla a la inocencia infantil. Cosas sin importancia que quitan el sueño cuando se tiene poco tiempo usando el cerebro. Sin embargo, uno que me contó mi madre me impactó. Decía más o menos así:
¡Me llevó tiempo repetirlo y más años asimilarlo! | |
Colaboración Marco A. Guizar Ponce |