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Fueron muchos los astrofísicos
que se quedaron atónitos al leer la circular informativa en la que
Brian G. Marsden anunciaba la posibilidad de
impacto con el asteroide 1997 XF11. Era la
primera vez en la historia que quedaba en entredicho, nuestro futuro a
corto plazo como especie, con datos científicos. Se ha especulado mucho
acerca de la colisión de asteroides y cometas con la
Tierra, aunque muchas de estas especulaciones rocen más la
clasificación de cuentos para no dormir.
Entre las mejor situadas en el ranking de popularidad es la de
Nostradamus: "El fin
del mundo caerá del cielo en el séptimo mes de 1999". Lo que no
sabemos es si Nostradamus tuvo en cuenta el
cambio del calendario juliano al gregoriano del siglo XVII.
Otras predicciones son más imaginativas, como las que describe
José Antonio Campoy en su libro
Entrevista a Geenom, un supuesto
extraterrestre que parece conocer la trayectoria de un desconocido planeta
del Sistema Solar, el
H13, que destruiría la Tierra. La
duda, que se tendrá que resolver en otra entrevista, es que según los
datos aportados por el extraterrestre, dicho planeta es 3.200 veces más
grande que el nuestro. Traducción: 3 veces más
voluminoso que el Sol. Al parecer, las cuentas no cierran.
Los planetas o estrellas de la muerte encontraron su mayor auge hace
varios años con Némesis, un supuesto cuerpo
muy alejado del Sistema Solar, quizás una
estrella compañera del Sol, que cada 30
millones de años pasaría por las cercanías de la nube de cometas que rodea
al Sistema Solar. Gran número de estos
cometas serían lanzados hacia los planetas interiores lo que explicaría la
regularidad de las extinciones masivas. Sin embargo, ningún objeto celeste
con tal período puede ser retenido en órbita por el
Sol. Así que: adiós a Némesis.
Quien verdaderamente dio un susto de muerte a los terrícolas fue el
cometa Halley en su paso de 1910. En aquella
ocasión se acercó bastante y nuestro planeta se metió de lleno en su cola.
Aunque esta cola no ofrece mayor peligro que las estrellas fugaces,
algunos fabricantes hicieron un buen negocio vendiendo máscaras
antipolución, ante la creencia de que los vapores del
Halley contaminarían nuestra atmósfera.
Fueron ingenuos quienes intentaron convencer a la opinión pública de que
uno de los trozos del corneta Shoemaker-Levy 9
iba a colisionar irremediablemente con la Tierra.
Sin embargo, el ejemplo que nos dio en 1994 ese tren cometario que impactó
contra Júpiter debería ser suficiente como
para aplicarnos el refrán de cuando las barbas de tu
vecino veas cortar...
Y es lo que Brian G. Marsden,
seguramente, ha querido hacer. Estamos preparados
para dar el salto a otros rincones de nuestra parcela celeste llamada
Sistema Solar. No dejemos que un canto rodado sideral nos devuelva a la
Edad de Piedra. |