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El país se cae en pedazos. La
corrupción devora los cimientos de esta cosa llamada
República del Ecuador. El trapiche del poder
tritura a los pobres y los convierte en alimento balanceado para engordar
banqueros prófugos de la justicia. El Congreso
Nacional maquilla su podredumbre con afeites costosos pagados por
los hambrientos. La Corte Suprema de Justicia
no existe ni existió nunca para hacer justicia.
Mientras tanto, los pobres se van. Se van para morir ahogados en el
Lago de Nicaragua, en las bodegas de los
barcos frigoríficos o en las aguas del Pacífico, cuando no bombardeados
por aviones que despegan de la Base de Manta,
o bien acribillados en las fronteras de Estados
Unidos. Se van en masa.
De Colombia país hermano que se desangra,
entre guerrillas y contraguerrillas, paramilitares, narcotraficantes, a
lo largo de 57 años, desde que la derecha asesinó a
Gaitán el 9 de Abril de 1948; de esta
Colombia que califica de «desechables» a los niños de la calles y
los extermina a pedido de los grandes comerciantes; de esta
Colombia, donde hay más desempleo que en el
Ecuador, no ha emigrado ni el 10 por ciento
de la población.
Del Ecuador se han ido, han fugado desesperadamente 3 millones de
habitantes, el 25 por ciento de la población. Y no los más pobres entre
los pobres, porque estos no alcanzan siquiera a comprar el pasaporte,
menos pagar los diez mil dólares exigidos por los coyotes que trafican
con carne humana: se ha ido la gente que algo tiene, y en particular
jóvenes con educación media o universitaria, oficinistas, profesionales.
Se han ido tras el sueño americano, en pos del sueño europeo o
australiano. Se han ido porque carecen o han perdido el sueño que hace
falta para que el Ecuador sobreviva: el
sueño ecuatoriano, la fe en los valores propios, en los inmensos
potenciales del Ecuador para hacer la
felicidad de todos en cuanto a pan y empleo, educación y salud, seguridad
y descanso. ¿Y los gobiernos nacionales ? Muy bien, gracias. Veriuel,
tenquiuverimoch.
Dominados por círculos oscuros, ayer con Lucio
Gutiérrez, convertido en el mejor amigo y el mejor aliado de los
Estados Unidos, según pública declaración de
amor; hoy con Alfredo Palacio convirtiendo a
los militares en guardias privados de las compañías petroleras, guardias
privados no pagados por ellas sino por el petróleo ecuatoriano que se
escamotea a los pueblos amazónicos y a todos los ecuatorianos, que ven
pasar a diario por su puerta el oro negro y los centenares de millones de
dólares rumbo a la OXY (la Occidental) la
Texaco u otros monopolios extranjeros, bajo
la apasionada defensa de ex Ministros de Energía como
René Ortiz o Fernando
Santos Alvite, para quienes estas empresas gangsteriles son más
tiernas, humanitarias y bondadosas que la Madre
Teresa de Calcuta.
Todo esto enciende y mueve la actual protesta popular. Y luego el
gobierno culpa al gutierrismo, sin que a los círculos oscuros les falte
ganas de culpar a las FARC o a
Hugo Chávez, conforme los mandatos de la
Embajada norteamericana. Esto cuando la masa se suma dejando a un lado
las banderas partidistas, lo mismo en el Oriente que en
Manabí, en los paros bananeros o en las marchas de los jubilados.
Es que el País no aguanta más. Está cansado de engaños y desengaños;
harto de círculos oscuros y asesores de mente cuadrada; indignado de ver
que sus hijos e hijas se ahogan por culpa de los coyotes mientras las
autoridades de alto nivel nunca ven nada, nunca escuchan nada, nunca
saben nada.
Tanto sube el nivel de las aguas que pronto vendrá un tsunami. En este
caso un tsunami de indignación popular incontenible. Un tsunami de
dignidad nacional frente a la ultrajante dominación imperial. Un tsunami
de honestidad frente a las montañas de corrupción. Un tsunami de amor a
la verdad frente a las mentiras oficiales y a la demagogia. Un tsunami de
vida frente a las muertes injustificables de todos los días. Este tsunami
barrerá las carcomidas estructuras del Ecuador obsoleto, las apolilladas
bases de los poderes públicos, las matas podridas. Sobre la ola más alta
de este tsunami redentor, espada en mano volverá
Simón Bolívar, el Libertador, para cortar las ataduras de la
moderna servidumbre y guiarnos por el camino de la Segunda y Definitiva
Independencia. |