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108 • BIOGRAFÍA SECRETA DE NERÓN

 

Miércoles, 26 de diciembre de 2001

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Nerón La clave de la conducta de Nerón la proporciona Suetonio (Los doce Césares. Vida de Nerón Claudio, LI): "Tenía los ojos azules y la vista débil". Un emperador debía ser físicamente perfecto. El pueblo le perdonaba un crimen, pero no le perdonaba una verruga. Lo tenían merecido. El que pretende ser tratado como un dios inmortal no puede sufrir de cólicos o tener halitosis. Por eso escondían desesperadamente sus defectos.

¡Lo que no habrá hecho Julio Cesar para ocultar su calvicie! ¡Lo que no habrá inventado! Terminó por arrancarles a los senadores una ley que lo autorizaba a usar permanentemente una corona de laurel sobre las sienes.

Octavio Augusto se sometió a la tortura de una ortopedia de cañas, que con el pretexto de ser muy friolento disimulaba bajo tres o cuatro túnicas, sólo porque lo aquejaba una leve cojera.

A Vespasiano un cómico le hizo en el teatro, delante de todo el mundo, una broma soez a causa de que, según cuenta el mismo Suetonio, tenía un rostro congestionado como si estuviera evacuando el vientre.

Y no digamos nada de Claudio, el padre adoptivo de Nerón: sus propios libertos lo apodaban la vieja.

Nerón, tímido, sensible, amenazado por rivales poderosos, debió ocultar su miopía a toda costa. Por ejemplo, en el circo, aislado en su palco, nunca podía distinguir si los pulgares de la multitud apuntaban hacia abajo o hacia arriba. Los cortesanos lo miraban, esperando su decisión. Contrariar la piedad del populacho es menos riesgoso que contrariar su sed de sangre: Nerón, invariablemente, decretaba la muerte de atletas y gladiadores, y así se hizo fama de hombre cruel.

Exquisito amigo de sus amigos, le gustaba recibirlos, agasajarlos por su mano, servirles de comer y de beber. Pero a cada rato equivocaba los frascos, confundía las dosis, creía darles vino y estaba dándoles veneno. De ese modo estúpido despachó al otro mundo a seres a quienes adoraba. Pero no podía llorarlos, tenía que sonreír con una sonrisa pérfida, asumir como crimen lo que había sido un error de miope. A sus espaldas todos lo llamaban asesino.

Una vez, en la calle, una mujer lo llama desde su litera con un ademán que él cree insinuante. Corre, la abraza. Entonces descubre que es su madre Agripina. El pueblo, testigo de la escena, murmura: incestuoso.

Otra vez le parece ver, entre la muchedumbre, a una joven idéntica a la difunta Popea. Ordena en voz alta: Tráiganme a esa mujer. Cuando la joven se aproxima, cae en la cuenta de que no es una mujer sino Sporus, un mancebo con los cabellos largos a la moda alejandrina. Pero los cortesanos toman al pie de la letra las palabras del emperador, transforman a Sporus en una mujer y Nerón se ve obligado durante años a hacerle el amor a ese monstruo.

Y lo mismo sucedió con todo el resto: con el incendio de Roma, con las persecuciones a los cristianos, con toda esa serie de arbitrariedades, de locuras, de caprichos, que Tácito enumera como la obra de un depravado: en realidad, fueron equivocaciones de un corto de vista.


N. N. • Papeles para Ucronia
"Falsificaciones"  Marco Denevi 1966