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Viernes, 31 de agosto de 2001 |
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Texto completo del debate coordinado por Jorge Halperín del que participaron Tomás Abraham, Miguel Bonasso, Adolfo Castelo, Carlos Gabetta y Jorge Sigal. Realizado el 27 de junio de 2001 en el Centro Cutural General San Martín. JORGE HALPERÍN: Bueno, vamos a escuchar ahora a Carlos Gabetta. Carlos tiene una larga trayectoria profesional en Argentina, en Francia, España y México. Ha sido director del semanario El Periodista de Buenos Aires y de Cuatro Semanas y Le Monde Diplomatique, en Barcelona. Trabajó en la Agencia France Presse en París. Dicta cursos sobre periodismo y conferencias sobre asuntos internacionales en varios países. Y ha publicado varios libros sobre temas políticos y culturales. Actualmente es director de Le Monde Diplomatique, en castellano, edición Cono Sur: una edición para Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay. Entre los libros publicados por Carlos Gabetta están: "Argentine, le diable dans le soleil" y "Argentine, une culture interdite", en Francia; "La aldea Babel", "Ser periodista en el Mediterráneo" y "Argentina, cómo matar la cultura", en España; y "Todos somos subversivos", "Qué hacemos con este país", "La sociedad y la droga" y "La contaminación ambiental", en Argentina. CARLOS GABETTA: A propósito de si los medios hacen o inventan la información, cierta vez le preguntaron a un francés, creo que fue Tocqueville, qué opinaba de los ingleses y él dijo: no tengo opinión porque no los conozco a todos. Creo que en relación con los medios podemos decir lo mismo: hay todo tipo de medios. Hay una prensa "rosa" (como ustedes saben la revista Hola solo publica casamientos, divorcios, noviazgos, bautismos, todo lo que es legal); y hay una prensa amarilla, que directamente inventa la información. Hace poco fracasó estrepitosamente en España la versión en castellano de una revista alemana de enorme circulación (vende 4 o 5 millones de ejemplares por semana), que en la versión en español se llamaba "Claro". Recuerdo que en su primer número el título era "Vive desde hace 5 años con un hacha clavada en la cabeza", y había un señor sentado que miraba a la gente, una foto enorme (una media americana) y tenía efectivamente un hacha clavada en el medio de la cabeza. Era extraordinario, porque además tenía el mango. La información decía que no lo podían operar porque corría peligro su vida, y yo me preguntaba, alucinado: ¿por qué no le sacan al menos el mango? Quiero decir con esto que debemos precisar a qué medios nos referimos. Supongo que todos los que estamos aquí estamos hablando de medios serios de los que esperamos mínimamente que nos informen. Entonces acotemos ahí la discusión. Porque incluso los medios serios tienen una historia, un desarrollo a lo largo del tiempo. Algunos medios conservan una coherencia absoluta, una honestidad trascendental que los recorre más allá de los errores; me refiero a la voluntad de ser honestos y lo más objetivos posibles. Y otros tienen una historia de altos y bajos. Hace un momento se mencionó aquí el papel lamentable que cumplieron la mayor parte de los medios argentinos durante la dictadura, durante la guerra de Malvinas. Y no siempre porque estaban obligados a ejercer la autocensura, porque ya durante la guerra de Malvinas esto era más laxo. Lo que estoy tratando de decir es que efectivamente, como dijo Tomás Abraham, la realidad es extremadamente compleja, extremadamente difícil. El mundo sigue siendo tan grande como siempre, pero se ha hecho infinitamente más pequeño, está interrelacionado. Todo lo que ocurre nos afecta de algún modo o debería afectarnos, por eso necesitamos saber. Entonces, como justamente la realidad es compleja, como cada uno ve la realidad a su manera, la función de los medios es organizar la información de algún modo. Necesitamos creer en algo, creer en la profesionalidad y en las buenas intenciones y en la buena voluntad de quien nos ofrece, de quien nos reúne, selecciona, organiza, contextualiza la información, del mismo modo que cuando vamos a la escuela o la universidad creemos en nuestros maestros. Esta es una prueba de todos los días. Los medios están hechos por seres humanos; se equivocan, van, vienen, cambian de dueño, cambian de plantilla periodística, evolucionan y es el deber de los ciudadanos estar atentos a ver qué le da, qué servicio le presta el medio en el que confía. En relación con esta cuestión yo quisiera señalarles algunas cosas que están ocurriendo en los medios de comunicación porque afectan enormemente, más allá de la intencionalidad de los periodistas y de la capacidad de absorción de los lectores, la forma en que se comunica. Se ha dicho que hay una superabundancia de la información y eso es cierto. En el siglo XXVIII un hombre normal recibía a lo largo de su vida media docena de informaciones, de novedades, que venían de afuera, que trascendían su aldea. Hoy un individuo normal, urbano o rural, recibe algo así como 2 mil estímulos informativos por día. Así que imaginen ustedes el enorme esfuerzo de selección que hay que hacer para determinar qué es lo que realmente nos importa, qué es lo que realmente nos interesa y sobre todo en qué creemos y en qué forma lo creemos. Ahí es donde los medios de comunicación adquieren una importancia enorme, pues la elección que hacemos de los medios de comunicación a través de los cuales nos informamos es decisiva en nuestra vida: con la información global que recibimos educamos a nuestros hijos, compramos, votamos, viajamos, planeamos nuestras vacaciones... todo está hecho en función de la información mejor o peor, más veraz o menos veraz que recibimos. ¿Cuáles son estos fenómenos objetivos que creo que hay que enumerar? Por un lado la abundancia de información; por otro, la concentración de los medios de comunicación, que tiene que ver con un fenómeno de desarrollo técnico. Ustedes habrán oído hablar de las autopistas de la información... tan importantes son que el presidente Clinton designó a su vicepresidente Al Gore para que se ocupara de desarrollar las autopistas de la información de Estados Unidos ¿Qué es una autopista de la información? Es un sitio donde confluyen 3 elementos que hasta ahora venían separados: la televisión, el teléfono y la computadora. Ustedes habrán visto que estos tres elementos tienden cada vez más a ser uno solo; ahora hay teléfonos donde recibimos mensajes de mail, hay televisores donde escuchamos música. En una palabra: hay un aparato ahora que hace las veces de televisor, de computadora y de teléfono. La computadora es la memoria y el procesador; la pantalla es el visor y la línea telefónica, inalámbrica o no, es la transmisora. Todo esto tiende naturalmente a fusionar todas las industrias que estaban detrás: se fusionan industrias electrónicas, telefónicasm de la información, del entretenimiento, de la publicidad, etc. Otro fenómeno a considerar, también producto de desarrollos tecnológicos, es la transmisión de información en tiempo real. Hasta hace 30 0 40 años, cuando íbamos de corresponsal a algún sitio acompañados de un fotógrafo, lo primero que hacíamos al llegar era preguntar dónde estaba la oficina de télex, mientras el fotógrafo iba al aeropuerto a ver a qué hora salía un avión para Buenos Aires, así podía mandar un rollo con algún pasajero. Luego, a rogar que el télex funcionara, que estuviese abierta la oficina, que no hubiese cola, que el avión saliese a horario... Hoy un señor con un teléfono inalámbrico y una antena de televisión, puede transmitir imagen y sonido en tiempo real desde cualquier parte a cualquier parte del mundo. El tiempo real quiere decir que nosotros, una porción importante y cada vez mayor de las informaciones que recibimos, las recibimos prácticamente en el momento en que están ocurriendo. Y esto significa que la función del periodista va despareciendo. La función del individuo que elegía de una masa de informaciones aquellas que él entendía que iban a interesar a su público, que luego las contextualizaba tratando de responder a las cinco preguntas importantes que se hace cualquier periodista: qué, quién, cuando, dónde, cómo y si es posible porqué... esa función ha cambiado. Ahora el periodista se va convirtiendo en un simple sostenedor de micrófonos o en el mejor de los casos, de camarógrafo. Porque el espectador que está del otro lado ve lo que pasa en el momento que pasa. Esto ha dado lugar a errores garrafales del periodismo mundial y da lugar a todo tipo de manipulaciones. La Guerra del Golfo es uno de los mejores ejemplos; el asunto fue la masacre de Timisoara en Rumania es otro. La pregunta que debemos hacernos es: ¿ser testigo de un acontecimiento significa que lo entendemos? Tomás Abraham dijo al principio que cada uno ve la realidad de distinta manera. En un paisaje algunos ven un árbol, otros no ven un árbol sino una palmera, otros no ven ni el árbol ni la palmera, ven una mariposa posada en una rama. La realidad entonces es variada. Akira Kurosawa muestra en la película Rashomon a cinco testigos de una misma violación y los cinco vieron cosas diferentes. Ser testigo de un acontecimiento no significa comprenderlo. Este fenómeno, sumado al de la concentración de medios, que hace que cada vez más la información y el entretenimiento y la publicidad se confundan, se mezclen... ha alterado mucho el esquema informativo. Antes, una información para ser buena, para ser transmisible, tenía que cumplir dos requisitos: ser verdadera y ser verificable. En cambio, lo que hoy se le pide en general a los periodistas es que la información sea entretenida. Este es un cambio cualitativo importantísimo. Pero todo tiene que ver con este fenómeno, con que la fusión de distintos elementos técnicos que conllevan la fusión de empresas de publicidad, de entretenimientos, de empresa de investigación, que va haciendo de todo esto un paquete donde cada vez es más difícil distinguir la información de todos los otros elementos, del entretenimiento, de la publicidad, de la propaganda. Antes de terminar quiero decirles que en uno de sus libros de historia, Eric Hobsbawm establece el nacimiento de la publicidad en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la masiva incorporación de las masas a la vida democrática hacía cada vez más difícil la transmisión del mensaje político, es decir, de captar a esas masas para que votaran. La publicidad aparece en ese momento. No se trataba entonces ya de buscar los medios racionales para convencer a mucha gente, sino que aparece la publicidad, no como una forma de convencer sino de entretener, de atraer de una manera más demagógica, en definitiva, de mentir para que la gente se adhiera o suscriba a una u otra corriente política. Gracias |
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Colaboración C. Becka |