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946 • AGITADORES

Viernes, 29 de octubre de 2004

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Oscar Wilde (1854-1900)

Las virtudes de los pobres suelen ser admitidas con facilidad; sin embargo, son muy lamentables. Se nos dice frecuentemente que los pobres agradecen la caridad. Sin duda, algunos de ellos son agradecidos, pero los mejores entre los pobres nunca lo son. Son desagradecidos, inconformistas, desobedientes y rebeldes. Tienen toda la razón de ser así. Sienten que la caridad es un modo ridículamente inadecuado de restitución parcial, o que es un socorro sentimental, que, por lo general, va acompañado por un impertinente intento de meterse de manera tiránica en sus vidas privadas.

¿Por qué deberían agradecer las migas que caen de la mesa de los ricos? Ellos también deberían estar sentados a la mesa, y están comenzando a darse cuenta de esto. En cuanto a su inconformismo, un hombre que se conformase con semejante situación y con un nivel de vida tan bajo sería un bruto perfecto. La desobediencia, a ojos de cualquiera que ha leído la historia, es la virtud original del hombre. El progreso se hizo a través de la desobediencia; de la desobediencia y de la rebelión.

Algunas veces se elogia a los pobres por ser ahorrativos. Pero recomendar el ahorro a los pobres es a la vez grotesco e insultante. Es como aconsejar el ayuno a un hombre hambriento. Para un trabajador, sea del campo o de la ciudad, tendría que ser absolutamente inmoral practicar el ahorro. El hombre no debería prestarse a demostrar que puede vivir como un animal mal alimentado.

Debería renunciar a vivir de esa manera y dedicarse a robar o bien recurrir a la asistencia pública, lo que es considerado por muchos como una forma de robar. En cuanto a la mendicidad, es más seguro pedir que tomar, pero es mucho más bello tomar que pedir.

Un hombre pobre que es desagradecido, derrochador, inconformista y rebelde tiene probablemente una personalidad poderosa y hay mucho en su interior. En todo caso, es una protesta saludable. En cuanto a los pobres virtuosos, uno puede por supuesto compadecerlos, pero sin duda no es posible admirarlos. Han hecho acuerdos privados con el enemigo y han vendido su derecho De primogenitura por un flaco plato de sopa. Además, deben ser extraordinariamente estúpidos. Puedo entender que un hombre acepte las leyes que protegen la propiedad privada y admiten su acumulación en tanto esas condiciones le permitan llevar una forma de vida bella e intelectual. Pero para mí es casi increíble que un hombre cuya vida es destrozada por tales leyes, pueda consentir su continuidad.

De todos modos, no es difícil encontrar una explicación a esto. Sucede simplemente que la miseria y la pobreza son tan degradantes y ejercen tal efecto paralizante sobre la naturaleza de los hombres, que una clase nunca es realmente consciente de su propio sufrimiento. Tiene que venir otra gente a explicárselos y, con frecuencia, ni aún así lo creen. Lo que dicen los grandes empleadores acerca de los agitadores es incuestionablemente cierto. Los agitadores son un grupo de gente entrometida que se infiltra en una clase perfectamente conforme y siembra en ella las semillas del descontento. Esta es la razón por la cual los agitadores son tan necesarios. Sin ellos, dada nuestra situación incompleta, no habría avance hacia la civilización.

La esclavitud no fue abolida en América como consecuencia de acción alguna por parte de los esclavos ni de ningún deseo expreso de ellos de ser libres. Fue abolida gracias a la conducta flagrantemente ilegal de ciertos agitadores de Boston, y de otras partes, que no eran ellos mismos esclavos, ni poseedores de esclavos, ni tenían realmente nada que ver con el asunto. Fueron sin duda los abolicionistas quienes encendieron la antorcha, quienes comenzaron todo aquello...

OSCAR WILDE
de "El alma del hombre bajo el socialismo" (1891)
Colaboración Cayo Mecenas