|
Después de los terremotos de
enero y febrero del 2001 en El Salvador
escribí el texto de un pequeño libro sobre su significado para la praxis y
la fe de los creyentes, pero, cuando ya estaba listo para la publicación,
tuvo lugar el atentado del 11 de septiembre en Nueva
York, y, poco después, los bombardeos contra
Afganistán el 7 de octubre. Por ello añadí un capítulo y cambié la
introducción. Ahora me encuentro en una situación parecida. La
Editorial Orbis Books de Nueva York, lo va a
publicar en inglés, pero me pide que aunque sea brevemente, añada un breve
prólogo con una palabra sobre Irak. He escrito el prólogo y lo he titulado
"El imperio y Dios".
El lector ha leído bien. Ante Irak, Afganistán, África, Haití, que mueren
lenta o violentamente por una parte, y ante el mundo de abundancia, que
conduce lenta o violentamente a la muerte de los pobres por otra, no basta
con cambiar políticas y coaliciones, sino que hay que hacer el intento de
revertir la historia, ponerla en una dirección contraria a la
actual. No basta con ciencia y tecnología, sino que hay que creer y
tener ánimo. No basta con proceder calculadamente, sino que hay que
proceder utópica y esperanzadamente. Y por encima de todo, hay que
revertir la historia con la esperanza de todos los pobres y oprimidos
del mundo. No basta, pues, aunque es muy necesario, con que se operen
algunos cambios en la dirección que ha tomado Occidente, sino que son
necesarios cambios radicales, al menos cambios importantes y
significativos.
Así ha salido el libro. Su finalidad es cooperar (en lo poco que uno
pueda) a frenar la deshumanización por la que se desliza nuestro mundo, y
alentar la esperanza y praxis de humanización. En esto queremos insistir,
pues nos parece lo mas necesario. Y lo hacemos con las solemnes palabras
que pronunció Ignacio Ellacuría en Barcelona,
el 6 de noviembre de 1989, diez días antes de ser asesinado:
- Sólo utópica y esperanzadamente uno puede creer y tener ánimos para
intentar con todos los pobres y oprimidos del mundo revertir la historia,
subvertirla y lanzarla en otra dirección.
En estos tiempos postmodernos ya no se escuchan palabras como éstas,
aunque sean de un intelectual brillante y de un mártir, pero siguen
teniendo vigencia en estos días de Irak. Son palabras de exigencia
y de invitación. En dos artículos próximos, nos vamos a concentrar en dos
cosas fundamentales que expresan ambas cosas. Con cierta audacia las
llamamos el imperio y Dios. El imperio conduce a la deshumanización y Dios
conduce a la humanización. |