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Viernes, 13 de agosto de 2004 |
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Un pingüino inerme, aleteaba
en un charco empetrolado.
Jadeaba, se levantaba y volvía
a caer. A su alrededor, una
extensa costa estaba convertida en una
oscura mancha donde cientos de familias
enteras de pingüinos y su
crianza morían ahogados en penosa agonía.
¿Es la primera vez.. ? ¿..La
última vez? En este
espectáculo desolador,
había un pequeño grupo
de anónimos que trabajaban
tratando de aliviar
tanta indiferencia.
Sus manos solidarias
mostraban que el amor y
la desesperación habían
nacido en sus corazones: eran unos pocos niños,
madres, profesores y
periodistas que a esta
hora se desvivían por Pero horas más tarde siguieron llegando niños de colegios a los que se unieron obreros y recursos de salvataje de agrupaciones ambientalistas. Aún así, eran muy pocos para una tragedia de tal magnitud. Algunos regresaban cabizbajos y otros con el ánimo más alto. En el interín, algún pequeño pingüino había sido resucitado y miraba desde el regazo de una joven. De alguna manera, el pingüino bebé volvía a nacer. Pero también volvieron a nacer estos anónimos, que llenos de amor y compasión trabajaron para ayudar a la Tierra.
Desde hoy son
conscientes, empero, que
en la sociedad no hay claras
leyes que defiendan a la Naturaleza y a la Vida. | |
AWANKANA |