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Martes, 13 de julio de 2004 |
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Buscan los pueblos símbolos que los identifiquen,
les confirmen su unidad y les sirvan para pasear por el mundo su forma
particular de ejercer la condición humana. Sirven para ello tanto los
monumentos de la naturaleza como los creados por la mano del hombre, pero
sirven particularmente aquellos mujeres u hombres que han hecho de su vida
misma una obra lograda. Es ya un lugar común el decir que Chile es el único país que nace a la historia en forma de poema, hazaña que le debemos a don Alonso de Ercilla. Si eso es cierto, también lo es que otro poema, el extenso poema que escribió Neruda a través de su vida, es el que sirve hoy de algo así como emblema, tarjeta o estandarte de presentación en el mundo. Y es así: Neruda es, o al menos tal es la más generalizada convicción, el chileno más universal. En este centenario (1904-2004) nos preguntamos el porqué de este emocionado estremecimiento que recorre nuestra geografía en torno a su nombre. Como también, el porqué de las innumerables actividades que lo celebran en la mayoría de los países del mundo. Si tan sólo fuera por sus cantos de amor, no tendríamos una respuesta eficiente. Ni la tendríamos por su sola poesía 'política', ni por su 'metafísica poblada de amapolas'. Es preciso, entonces, buscarlo en su integridad, no despreciar ninguna de sus provincias ni desechar su vida como un dato accesorio. Y es también necesario no hacer de él un hombre sin matices ni dolores ni dudas, para petrificarlo como una fría estatua ya ganada para siempre por la indiferencia. Es necesario, en pocas palabras, hablar de él como 'El Neruda Total'.
¿De quién es el poeta?
Digámoslo de inmediato: poeta, Neruda pertenece a un universo que va más allá
de las letras. Militante del Partido Comunista de Chile,
pertenece, como otros grandes de esta tierra, al pueblo y a su patria.
¿Por qué? Este hombre de todo menos mármol, corrió los riesgos de los suyos, a pesar del espacio de privilegio que la excelencia de su poesía parecía reservarle. 'Sube a nacer conmigo, hermano', le dice al hombre americano, cuya huella en el tiempo reconoce en la sangre y las lágrimas que ocupan el lugar de cimiento de toda civilización y cultura. Su vida y su obra fueron hechas a la intemperie de la historia. Por ello, son patrimonio de quien quiera acceder o acogerse a ellas. No están garantizadas contra la crítica ni, mucho menos, contra la incomprensión y aun la maledicencia. | |
FERNANDO QUILODRÁN (Chile) |