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812 • ESA MUJER

 

Jueves, 6 de mayo de 2004

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Cuando se habla de la mujer en la historia de las ciencias, aparece la figura precursora de Hipatía de Alejandría, proclamada como la primera mujer de ciencias, por lo menos en el mundo occidental. Excluidas de la política y de las "artes liberales", las mujeres del mundo griego quedaron relegadas a papeles secundarios que comenzamos a comprender a través de recientes estudios arqueológicos sobre el culto a Démeter, una suerte de polis paralela, tal vez un tanto clandestina, que se desarrolló en el mundo Helénico con suerte dispar.

Pero no fue el caso de Hipatía, nacida en Alejandría en el año 350 (¿o 364?), cuando Grecia había perdido el esplendor de los tiempos de Alejandro y el cristianismo comenzaba a ser hegemónico en las principales ciudades mediterráneas. De la mano de su padre, Theón de Alejandría, destacado profesor del Museo alejandrino, Hipatía se introdujo en el mundo de las matemáticas, la filosofía y la astronomía mostrando cualidades que Theón no dudó en impulsar. Por encima de cualquier convención social de la época, Hipatía viajó a Atenas y a Roma y regresó a Alejandría donde enseñó durante veinte años matemática, geometría, astronomía, filosofía y mecánica. Ocupó la cátedra de filosofía de Plotino, y se convirtió en una de las principales referentes de la escuela filosófica neoplatónica y en una trabajadora incesante que alcanzó una prolífica producción en aritmética, geometría, astronomía y mecánica.

Como suele suceder con los antiguos textos griegos, poco es lo que se conservó de los trabajos de Hipatía, y lo que conocemos sobre ella nos llegó por el testimonio de otros autores. Un siglo después de su muerte, Sócrates Escolástico escribió una biografía donde enumera sus principales trabajos señalando que "la belleza, inteligencia y talento de esta gran mujer fueron legendarios, superó a su padre en todos los campos del saber, especialmente en la observación de los astros".

Otras de las referencias sobre Hipatía aparecen en Suda (o Siudae) Lexicón y en los escritos de los primeros tiempos del cristianismo compilados en el siglo X. Particularmente, se destacan las referencias que aparecen en las cartas del Obispo de Ptolomais, Sinesuis de Cyrene. Discípulo de Hipatía en su juventud, Sinesuis no ahorra elogios al referirse a la "proeza intelectual" de su maestra puesta de manifiesto en la construcción de un astrolabio y un hidróscopo.

No es extraño encontrar a prominentes hombres del cristianismo entre los alumnos de las escuelas filosóficas o del Museo. De hecho, Alejandría se había convertido en el siglo IV, bajo la tutela romana, en un centro donde convivían pensadores helénicos, romanos, cristianos, judíos y gnósticos. Pero ese clima de tolerancia se perdió cuando, entrando en el siglo V, se agudizaron las tensiones políticas entre el prefecto de Roma, Orestes, y el Patriarca en Alejandría, Cirilo. Como cabeza de la Iglesia alejandrina, Cirilo impulsó (o dejó proliferar) la creación de grupos que se lanzaron contra todo lo que se apartaba del cristianismo. En poco tiempo, los templos griegos y judíos fueron quemados y enseñar "doctrinas paganas" comenzó a tornarse peligroso.

Como mujer; cultora del pensamiento helénico; personaje políticamente influyente y riesgosamente cercana al prefecto romano, Hipatía estaba en el ojo de la tormenta. Pero no claudicó. No se convirtió a la nueva fe, ni abandonó lo que siempre había hecho, y una tarde de la cuaresma del año 415 fue víctima del fanatismo religioso.

De mediados del primer milenio nos llega, con la fuerza de la denuncia, el relato de Synesius de aquel día nefasto: "la arrancaron de su carruaje, la dejaron totalmente desnuda, le tajearon la piel y las carnes con caracoles afilados, y la abandonaron hasta que el aliento dejó su cuerpo".

CARLOS BORCHES