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789 • MALAS COSTUMBRES III |
Viernes, 9 de abril de 2004 |
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La Organización de las Naciones Unidas nació al fin de la Segunda Guerra Mundial. John Fitzgerald Kennedy y Orson Welles estuvieron entre los dos mil quinientos periodistas que publicaron crónicas del gran acontecimiento. La Carta Fundacional de las Naciones Unidas estableció "la igualdad de derechos de las naciones grandes y pequeñas". Era la gran promesa: a partir de la igualdad soberana de todos sus miembros, el nuevo organismo internacional iba a cambiar el rumbo de la historia de la humanidad. Sesenta años después, a la vista está. Cambió para peor. Pero las malas costumbres no son un destino, y son cada vez más los países que se están hartando de recitar el papel del bobo en esta gran farsa universal. Hace un año, comprobaba Thomas Dawson, vocero del Fondo Monetario Internacional: "Tenemos muchos alumnos destacados en América latina". Era el lenguaje de siempre. Ahora, advierte el presidente argentino Néstor Kirchner: "Ya no somos alfombra". Es el nuevo lenguaje. Nuevo lenguaje, nueva actitud. Nuestros países se llevan muy mal con sus pueblos y se llevan todavía peor con sus vecinos, y ésta es una larga y triste historia de divorcios. Pero las más recientes reuniones internacionales -en Cancún, en Monterrey- han sido sacudidas por el soplo de vientos que el aire agradece. Después de tantos años de soledad, los débiles estamos empezando a entender que por separado estamos fritos. Ya pocos creen, como el presidente uruguayo Jorge Batlle, que todavía podemos aspirar a ser mendigos felices. Hasta los más cabezaduras se están convenciendo de que en este vasto humilladero, donde los poderosos practican impunemente el proteccionismo comercial, la extorsión financiera y la violencia militar, la dignidad es compartida o no es. Habría que apurarse, digo yo, antes de que quedemos igualitos a las fotos ésas que están llegando de Marte. |
EDUARDO GALEANO |