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734 • PURDEY |
Jueves, 5 de febrero de 2004 |
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Pueden pasar tres
años desde que un cazador encarga su escopeta Purdey, hasta que la tiene en
sus manos. Nadie mejor para confirmarlo que el Honorable Richard Beaumont,
presidente de James Purdey & Sons.
Las pruebas de la tradicional aceptación del trabajo de la casa están aquí, en torno suyo, alineadas en la gran sala del cuartel general de Purdey. La silueta del primer James Purdey, fabricante de cañones de escopeta en la city londinense, dirige su mirada al retrato de “James 1”, fundador del negocio familiar en 1814. Purdey ha sido proveedor de la Real Casa desde los tiempos de la Reina Victoria hasta nuestros días. Pero el tiempo no se ha detenido en Purdey. Al contrario, ha ido transcurriendo con calculada precisión. La última muestra de su trabajo, que ha hecho del nombre Purdey sinónimo de perfección, ha sido fabricar armas a medida, de acuerdo con las características y necesidades particulares de cada cliente. Como si la escopeta fuera la prolongación natural de su brazo. Purdey sólo hace 60 ó 70 unidades al año. La fabricación de una sola de ellas exige la participación de varios artesanos durante muchos meses. Cada uno de estos maestros tiene su especialidad, y firma con sus iniciales las piezas de las que es responsable. Richard Beaumont participa también de este orgullo de artesano por la obra bien hecha. Todo lo que se hace a mano tiene una calidad especial. Las cosas han sido creadas por alguien, no las ha hecho una máquina. Cuando toma una de sus escopetas, Richard Beaumont siente la misma admiración: partiendo de materias elementales, el ingenio humano es capaz de conseguir eficacia y belleza a la vez. Las escopetas Purdey requieren tiempo, experiencia y, sobre todo, gente que ponga dedicación en las cosas, para gente que sepa apreciar, después, esa dedicación que se ha puesto. |
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De una publicidad de Relojes Rolex en 1986 |