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569 • ESENCIA Y ACCIDENTE |
Sábado, 26 de julio de 2003 |
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Cuando se juzga por las apariencias, se confunde
lo sustancial con lo adjetivo, la esencia con el accidente. - Cala sobre tu cabeza una peluca de miles de bucles, calza tus pies con coturnos de una vara de alto, que no por ello dejarás de ser lo que eres. (Mefistófeles) Como es sabido, el hábito no hace al monje y aunque la mona se vista de seda... Todo esto viene a decir lo mismo: que las cosas tienen esencia y accidentes.
Esencia es la
substancia de una cosa, lo que no se puede suprimir sin alterar el concepto;
lo inherente, lo necesario, y también lo universal, porque es en lo que
coinciden todos los individuos del mismo género. Un triángulo es, esencialmente, un polígono de tres lados. Como todos los conceptos, presenta un aire abstracto, fantasmal e invisible hasta que se reviste de accidentes: triángulo de tiza, de bronce, de flores, azul o verde, tieso o tumbado, isósceles o escaleno. Puede adoptar muchas presencias accidentales, pero lo común, lo inseparable, lo que se predica de todas es su esencia: un polígono de tres lados. Percibimos las cosas por sus accidentes y es preciso desnudarlas para conocerlas, para descubrir su meollo, aquello que permanece bajo los cambios de apariencia: la substancia, esto es, lo que sostiene los accidentes. Como en los triángulos, las notas variables de los individuos de una misma especie son accidentales. Este yerro se comete por tomar una propiedad
accidental como esencial, lo que conduce a errores al generalizar y al
definir: un triángulo es un polígono verde. La definición por los accidentes traiciona el
concepto, como ocurre cuando se define la democracia por la educación y la
seguridad social. Extraer conclusiones a partir de cosas que sólo son ciertas accidentalmente, es lo que hacen tantas personas que generalizan a determinadas profesiones (jueces, policías, periodistas) el abuso en que puedan haber incurrido algunos de sus miembros:
Se olvida que lo mismo puede argumentarse sobre los cuchillos de
cocina, los medicamentos o la libertad de prensa. El abuso no es
argumento contra el uso. ¿Qué mayor prueba de que nada aprovecha la filosofía
es que algunos filósofos vivan torpemente? | |
Ricardo García Damborenea |