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Lunes, 23 de junio de 2003 |
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Nadie encuentra,
lo que no está buscando. No es verdad que las cosas aparecen de pronto. Que sorpresivamente, cuando para la lluvia, vemos una hermosa flor en el tallo en el que antes no había nada. Allí hubo, por lo menos un capullo cerrado, algo que estaba por abrirse, por transformarse en flor. Cuando un hombre, encuentra a una mujer, cuando una mujer encuentra a un hombre, los dos estaban buscándose. Por soledad o por dolor o por ganas de revivir la vida insuflándole oxigeno a los pulmones... o por que si. ¿Por qué explicarlo todo? ¿Por qué decir que la causa... que el efecto... que la casualidad no existe? Mejor pensemos que cuando no hay nadie a nuestro lado, no usamos un bonito perfume, ni compramos un ramito de flores para llevar a casa, estrenamos muy pocas cosas. Se van yendo las ganas como se va la luz, poquito a poco, y la noche nos da su golpe con los recuerdos, nos envía sus fantasmas más tristes, sus sombras incansables e inclementes. La noche que no termina nunca, que crece, que atormenta, que entrevera nombres, que ronda, que agiganta las lágrimas hasta transformarlas en un océano. Estamos a veces, solos porque no hacemos una llamada. Porque no damos el paso que nos acerca... porque no decimos la primera palabra que se transforme en puente. Nadie encuentra lo que no está buscando. ¿Por qué crees que nos encontramos? ¿Desde donde venias acercándote? ¿Por qué tu?... ¿Por qué yo?... ¿Por qué nosotros? ¿Por qué crees que no te desviaste en otro rumbo, que no me pensaste mas al norte o más al sur, o al otro lado del mar? ¿Por qué piensas que me detuve para que pudieras alcanzarme, extender las dos ramas de mis brazos, abarcarte con toda tu ternura?... como diciéndote "ahora ya no te pasara nada malo, nada triste, nada cruel, podés dejar de llorar, podés dormir con los ojos cerrados, mansamente y, al despertar, no estarás solo, nunca mas estarás solo" Porque los dos estábamos buscándonos. Porque me detuve a escucharte y porque te entendí. Porque desde la primera vez que hablamos quedó un delgado, finísimo, invisible hilo uniéndonos... Un hilo que nada puede cortar, un hilo que atraviesa paredes, muros, montañas, un hilo indestructible que no soltaste, que no solté y que nos mantiene juntos. Vos y yo. Yéndonos y regresando. Volviendo al paraíso perdido que salimos a buscar, sin saber que lo teníamos tan cerca, debajo de los pies, en un teléfono, en una carta. Ya no estamos solos. Como amigos o como simplemente dos seres humanos faltos de ternura, estamos ahora acompañados. No importa lo que dure, pero mientras dure, dime que es para siempre. | |
Colaboración Cayo Mecenas |