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539 • GALLO FIDEL |
Sábado, 21 de junio de 2003 |
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- Lo llevo sin envolver, gracias - Si quiere le ponemos un hilo. - No, así está bien. Tomé al gallo en mis brazos y salí corriendo, saltando los charcos de la vereda. Hacía tantos años que quería tener un gallo y justo esa tarde desgraciada lo vi ahí, tan erguido, tan majestuoso. Sin pensarlo mucho entré y pregunté su precio. Pregunté por preguntar porque igual lo iba a comprar. Lo miré bien de cerca. ¡Era tan lindo! con las plumas de las alas hacía un ruido de padre y señor nuestro Se parecía a los gallos de mi infancia, a los que había visto en mi pueblo: Cresta roja, brillante, pico amarillo y ojos de chispa.
Llegué tan contento a casa que hasta olvidé comprar
cigarrillos. Creo que pasaron varios meses desde aquella tarde. No recuerdo bien los acontecimientos pero lo cierto es que un día de otoño llegué al departamento y encontré a Tinto arriba de la mesa del comedor y a Fidel junto a él. Parecía que hablaban de sus cosas. Se hicieron a un lado para que yo apoyara el portafolios y me preguntaron cómo me había ido en la oficina. Cansado fui al baño para darme una ducha y al pasar por el cuarto de mi mujer, que ya no era mi cuarto, vi que no había dejado ni las perchas. Me metí en el baño silbando Adiós Nonino.
Llovía esa tarde. Entré apurado en la tienda. | |
MIRTA GRACIELA ITCHART |