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- Mire que no, Don Iñaki
El pardo Maciel hablaba poco, pero opinaba seguro. Lo
vió
caminar y le insistió:
- Mire que no, Don Iñaki.
Repitió breve, seguro y concluyente.
El viejo parecía no oírlo, seguía caminando con dificultad.
Volvió a insistir por tercera vez, lo que era muy raro en él.
- Mire que no Don Iñaki y no se lo repito mas.
El viejo Iñaki lo miró
fijo, pensó y dijo:
- ¡Andá
a la puta que te parió.!
- Entonces jódase
viejo porfiado
- le retrucó
sin enojarse el pardo – pero después no
me venga a joder, yo ya le avisé. Y lo dejó
solo.
El viejo caminó rezongando hasta la cocina, dejó la taza
vacía en el mármol, y volvió hasta el baño. Siempre
rezongando se bajó los pantalones y se sentó
(literalmente
cayó)
sobre el bidé.
- Porque son jóvenes se creen que saben
todo y que pueden hacer con nosotros lo que quieran... ¡¡¡no
necesito ayuda de nadie carajo!!!.
-
y
abrió la canilla.
El chorro de agua caliente le pegó de lleno en el culo
desprotegido, lo hizo saltar del bidé y resbalando los
talones en el agua quedó sentado en el suelo lamentándose y
puteando sonoramente.
De lejos se sintió la voz del pardito Maciel socarrona:
- ¿Le avisé o no le avisé que las canillas están rotas y no
sale agua fría en el bidé? Usté es un viejo porfiado y se
merece lo que le pasa. Ahora además de sucio, lo tiene
quemado. Es terco como una mula...
-
y con voz tierna le dijo:
Se puede hasta haber quebrado un hueso
por cabezón. ¿Quiere que lo ayude a levantarse, viejo vasco?
El viejo Iñaki lo miró
fijo, pensó y dijo:
- ¡Andá
a la puta que te parió.!
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