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476 •  LOS MERCADERES

Miércoles, 9 de abril de 2003

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Por un remoto lugar de Arabia andaban dos mercaderes guiando sus carros repletos de mercancías por largos, dificiles y tortuosos caminos, bajo un sol ardiente y con poca agua. En un determinado momento, ambos carros quedan encajados en un lodazal de tal manera que no podían moverse.

Uno de los mercaderes, se baja del carro, se arrodilla e implora a Dios por ayuda.
- Ay Dios mío, porqué me has hecho esto. Necesito trabajar. Desencaja mi carro para seguir andando -exclamaba con desesperación y llando, arrodillado con la mirada suplicante hacia el cielo.

El otro mercader, muy ofuscado por la adversa situación que está pasando, se baja del carro y mientras busca algún elemento para desencajarlo, maldice cuanto hay a su alrededor, incluso al mismo Dios. De repente, se abre el cielo y entre un nube blanca aparece Dios, quien con una mirada misericordiosa, ayuda a éste mercader que hacía unos minutos le profería insultos y groserias. Saca su carro del lodo y le permite seguir andando.

El otro mercader arrodillado y atónito, se para y le dice a Dios:
- Pero Dios, tú ayudas a quien te ha insultado y maltrado y me dejas a mi solo, sin tu protección... sabiendo que siempre rezo por ti, e imploro tu misericordia, asisto a misa, y trato de cometer los mínimos pecados para estar en tu gracia. ¿Cómo es eso?

Dios se da vuelta... lo mira, y le dice:
- Él me ha insultado... es cierto, pero ha tenido la voluntad de trabajar para solucionar su problema. En cambio tú, esperas todo de mí o de los demás, sin hacer nada a cambio, sabiendo que eres el único que puede encontrar la solución del problema y que en ti, está el verdadero camino de salvación.

Colaboración Patricia Delbono