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462 •  DESDE DOS IMÁGENES

Martes 25 de marzo de 2003

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Poco se puede añadir de información sobre la invasión a Irak. De aquí en adelante seguirán las imágenes (trucadas o no) de la "victoria" de las tropas estadounidenses en territorio conquistado. Seguirá la relación de 10 a 1 en la información vertida desde la Casa Blanca y las declaraciones de uno u otro vocero de las tierras de conquista. Nada más queda por decir desde el rechazo a la barbarie. La gran mayoría de la humanidad se ha expresado de las más distintas maneras. Sin embargo, no puedo dejar de pensar este genocidio desde dos imágenes.

La primera, cuando George Walker Bush anunciaba el inicio de la masacre, tenía a su lado izquierdo la foto enmarcada en plata de un niño sonriente. Seguramente era él o algún familiar suyo que disfrutaba de las ventajas de ser parte de la dinastía petrolera. Es la imagen del disfrute de la vida de los designados por ese dios al que acude George Walker, cada vez que necesita, desde su fanatismo ignorante y cínico.

La segunda imagen es la de una niña irakí, de aproximadamente 5 años que, con su pierna mutilada, yacía recostada en la cama de algún hospital de Bagdad y es una de las primeras víctimas de la  barbarie. Para ella la cámara no existía, miraba hacia el vacío. Ni una mueca de dolor, ni una lágrima en su rostro. Solamente la "resignación" propia de una persona de 80 años. Cinco años y aplomo para entender la guerra y soportar el dolor. En su mirada toda la verdad de la muerte.

Dos miradas infantiles de un mundo signado por el horror de la codicia. Dos miradas infantiles que muestran las diferencias atroces en que se debate la humanidad. Mientras la información guerrerista y pentagónica nos cuenta las maravillas de su tecnología de crimen y los voceros de ellos nos transmiten, como en partido de fútbol, desde sus noticieros de televisión, el avance ­supuesto o no- de sus tanques y los juegos pirotécnicos que se levantan en la ciudad de las Mil y Una Noches, solo la imaginación nos remite al pánico de los niños ante las explosiones, al dolor de las madres con sus hijos cercenados, a la impotencia de los hombres ante el dolor de sus familias.

¿Cómo será estar esperando la muerte? ¿Cómo se dormirá en un refugio? ¿Qué explicación se les dará a los niños para que no jueguen? ¿Cómo se pensará de qué manera abrazarlos para vivir o morir juntos?

No hay justificación para tanta maldad. Tampoco hay justificación para que un demente esté al mando del ejército más poderoso del planeta. ¿O es que acaso la resignación de esa pequeña será el derrotero de la humanidad? El mundo entero tiene que parar la locura de George Walker y sus socios.

No existe imperio capaz de enfrentar la inteligencia y la valentía humana y ahora la humanidad entera está pensando cómo derrotarlo.

MARIA AUGUSTA CALLE
Colaboración E. Vallejos