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305 • TOMAR EN CUENTA

 

Sábado, 14 de septiembre de 2002

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Cáncer de mamas

Un hombre atractivo, de mediana edad, entró en un café y se sentó. Antes de ordenar, no pudo evitar darse cuenta que un grupo de hombres más jóvenes, que bebían en una mesa cercana a la suya, se reía de él. No fue hasta recordar que llevaba esa pequeña cinta rosada en la solapa de su chaqueta, que se percató de qué se trataba la broma. El hombre no le dio mayor importancia, pero la insistencia de las risas vecinas comenzaron a molestarle. Miró a uno de los hombres directamente a los ojos, se llevó el dedo a la solapa y apuntó a la cinta: Con ese gesto todos los hombres en esa mesa se rieron abiertamente. El hombre al cual dirigió la mirada le dijo:
- Disculpe amigo, pero estábamos comentando lo lindo que se ve con esa cintita rosada en su chaqueta azul.

Con toda calma, el hombre hizo un gesto de invitación al bromista para que se acercara y se sentara en su mesa. Aunque se sentía bastante incómodo, el joven se acercó y se sentó. El hombre mayor, con voz muy calma le dijo

- Llevo esta cinta para llamar la atención sobre el Cáncer Mamario. La llevo en honor a mi madre.
- Lo siento, amigo. ¿Murió de cáncer mamario?.
- No. Está sana y bien. Pero sus pechos me alimentaron cuando era un bebé y fueron albergue cuando tuve miedo o me sentí solo en mi niñez, estoy muy agradecido por los pechos de mi madre y por su salud.
- Entiendo
-respondió el otro, no muy convencido

- También llevo esta cinta para honrar a mi esposa -continuó diciendo el hombre.
- Ella ¿también está bien?
- Claro que sí. Sus pechos han sido fuente de amor, para ambos. Con ellos alimentó a nuestra bella hija de 23 años. Estoy agradecido por los pechos de mi mujer y por su salud.

- Ya veo. Y supongo que también lleva la cinta para honrar a su hija. 
- No. Es muy tarde para eso. Mi hija murió de cáncer mamario hace un mes. Seguramente pensó que era demasiado joven para tener cáncer, por lo que cuando accidentalmente notó una pequeña protuberancia, la ignoró... pensó que como no le causaba molestia o dolor, no había por qué preocuparse.

Conmovido y avergonzado, el extraño dijo:
- Lo siento, señor.
- Por lo tanto, también en memoria de mi hija, llevo esta pequeña cinta con orgullo. Eso me da la oportunidad para hablar con otros. Cuando vuelvas a casa habla con tu esposa, tus hijas, tu madre, tus hermanas, tus amigas. Aquí tienes...

El hombre buscó en su bolsillo y le entregó al otro una pequeña cinta rosada. Éste la tomó, la miró, lentamente levantó la cabeza y le dijo:
- ¿Podría ayudarme a ponerla?

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CLARA LUNA
Foto: Eduardo Segura