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137 • ANTÍGONA O LA CARIDAD |
Martes, 29 de enero de 2002 |
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¡Cuidado! Edipo acaba de morir. Y sobre ese cadáver
cubierto de andrajos Antígona llora lastimeramente. Pero cuidado, digo, pues Antígona
está pensando para sus adentros:¿Y
ahora? ¿Qué será de mí? He vivido mis mejores años, los años de mi adolescencia y mi
juventud, dedicada a cuidar a mi padre viejo y ciego. Pero mientras él vivía y yo, su
hija predilecta, lo conducía por los caminos, las gentes salían a mi encuentro, me
bendecían, me hacían entrar en sus casas, me daban de comer, hasta me ofrecían dinero..
Yo era respetada, admirada, agasajada. Llegué a ser más famosa que mi padre. Tenía el
porvenir seguro. Me sentía feliz. ¿Y ahora? Viejo imbécil, después de exprimirme como
un limón te mueres y me dejas abandonada. Sola, ¿a qué puerta llamaré? Vieja y fea,
¿quién se interesará por mí? ¿Éste es el premio de mis sacrificios? ¿Así se me
despide, como a una sirvienta inútil? Luego de tantos años de ejercer mi profesión de
hija caritativa no estoy en edad de aprender una nueva. No sé hacer otra cosa sino
extender la mano y, componiendo un semblante patético, excitar la piedad ajena. Pero una
solterona sin el complemento de un desdichado a quien consagrarse no exalta la piedad,
excita la risa. Repito: ¿qué será de mí?
Ved cómo cesa de llorar, cómo levanta la cabeza y mira a su alrededor. ¡Cuidado,
cuidado! |
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OMAR
DENICE Apostíllas a los clásicos. Madrid, 1945 |