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En La
Democracia en América, el escritor Alexis de
Tocqueville plasmó lo que se nos avecinaba. Fue uno de los primeros
en percatarse (en 1832) de que el régimen
político y las condiciones de vida de aquella sociedad iban a
generalizarse, a extenderse, a la mayoría de los países, comenzando por la
Vieja Europa.
El escritor francés entendió que la propagación del
modelo democrático americano era imparable, y definió sus
características, tratando de imaginar su evolución.
Fruto de su análisis, nos previno del advenimiento de una sociedad "igualitaria",
fundada sobre el individualismo, la agitación y el aislamiento, más
marcados aún cuando, paradójicamente, "cada uno se
volverá más similar al prójimo". Su visión fue la siguiente:
- Veo una multitud innumerable de hombres semejantes
e iguales que dan vueltas sin descanso en torno a sí mismos para
procurarse pequeños y vulgares placeres.
Su visión sobre el futuro de la sociedad fue implacable:
servidumbre y orden apacible.
- Un poder singular, tutelar, todopoderoso, activado por una red de
pequeñas reglas complicadas, minuciosas y uniformes, que no quebranta las
voluntades, pero las aplaca, las doblega y las dirige; raramente fuerza a
actuar, pero se opone sin cesar a la acción; no destruye, impide nacer; no
tiraniza, molesta, comprime, enerva, apaga, embrutece, y, en fin, reduce a
cada nación a no ser más que un rebaño de animales tímidos e industriosos,
donde el gobierno es el pastor.
El peligro para los ciudadanos no es sólo externo, como dijo
Tocqueville, sino que es interno. Anida en
nosotros, en lo más profundo de nuestro ser. Es la inconsciencia de la
servidumbre. Esa "servidumbre voluntaria", en
la que el hombre se encuentra cómodo y seguro.
El hombre actual no es ciudadano, sino simple siervo o súbdito. Pero lo
peor es que no se percata de ello. Vive envuelto en constantes "halagos
institucionales", envueltos en palabrería y aderezados con algunos
pequeños placeres. Ya decía el escritor y ensayista
Ángel Ganivet que "la furia con que el mundo
actual busca el placer prueba que carece de él".
El hombre actual es su propio opresor. No son los "neocon",
ni su estrategia mundial, a los que hay que echar la culpa de todo; que
va. La cosa viene de antaño... Es un proceso de aculturación mundial,
sorprendente, inédito en la Historia del mundo por su extensión, mimetismo
y fuerza. |