Click para ir al número anterior

ANTERIOR

EL CUENTOMETRO DE MORT CINDER

SIGUIENTE

Click para ir al número siguiente

1182 • EL DANUBIO FUE TESTIGO

 

Lunes, 26 de septiembre de 2005

Al índice

Click para ir al índice

Raoul Wallenberg

El Danubio estaba lleno de cadáveres. Transcurría el último invierno de la segunda guerra mundial. Estos cadáveres fueron arrojados allí luego de servir de blanco de las ametralladoras fascistas de la Cruz de Flechas de Hungría. En ese paisaje dantesco se destaca la figura de un hombre que corre contra reloj para rescatar al mayor número posible de judíos en el menor tiempo posible. Su nombre es Raoul Wallenberg y sin lugar a dudas se trata del ejemplo humanitario y ecuménico del siglo XX.

La vida de Raoul fue una vida tranquila hasta que estalló la guerra, en su condición de diplomático de la corona sueca, contaba con inmunidad diplomática y muchas ventajas más que correspondían a su nacionalidad emplazada en una nación que se mantenía neutral en la guerra. Wallenberg en vez de tomar posición distante del drama de toda la sociedad judía, siendo como era cristiano, adoptó una actitud revolucionaria al rescatar a miles de judíos a quienes arrebató de manos de nazis y fascistas.

Más de una vez debió pararse frente a los fríos cañones de las armas intercediendo entre estas y los judíos a punto de ser acribillados por las balas. Su figura se veía en todas partes impidiendo arrestos, llevando medicamentos, exigiendo la liberación de judíos concentrados en fábricas abandonadas o simplemente discutiendo con soldados para poder cumplir su objetivo.

Raoul había nacido un 4 de agosto de 1912 en las afueras de Estocolmo en el seno de una familia cristiana del credo luterano. Seguramente los ejemplos bíblicos que oyó en su niñez y adolescencia formaron en el un espíritu ecuménico, solidario y humanitario. Nunca conoció a su padre, quien murió meses antes de que él naciera. Su abuelo le dio una formación mediante la cual llegó a ser arquitecto. Pero la guerra no es el espacio para un arquitecto. En la guerra solo impera la destrucción; la misma destrucción que cercenó la vida de todo quien se opuso tenazmente a la destrucción.

Raoul no fue ajeno a un desdichado y misterioso destino. El 24 de diciembre de 1944, lo soviéticos asedian la ciudad de Budapest. Se muda al este del río Danubio donde sabe existen mas de 60000 judíos encerrados en un gueto. Eichmann, reconocido nazi, da la orden de que los habitantes del gueto sean asesinados.

Ya estaba preparado el pelotón de cerca de 500 soldados armados con ametralladoras para dar cumplimiento a las órdenes de Eichmann. Pero Wallenberg llama al general de las SS en Hungría insistiendo en que si no suspende la matanza contra los judíos del gueto, el mismo se haría cargo de que cuelguen al general Schmidthuber como criminal de guerra. El jefe nazi suspendió la masacre contra el gueto judío. Así fue la última victoria de Raoul Wallenberg contra la maquinaria genocida. Pues el día 13 de Enero de 1945, las unidades soviéticas entran en la ciudad y encarcelan a Raoul Wallenberg y nada se sabe de su paradero desde entonces.

Muchas respuestas superficiales se dieron a sus hijos en Octubre de 1989 cuando el gobierno soviético los invita a visitar Moscú. Solo papeles se les dieron, papeles personales de Raoul Wallenberg con la acompañada frase que remarcaba sin fundamentos: “murió en Lubianka en el año 1947”.

Nunca se mostraron los restos del héroe sueco. Jamás el gobierno ruso dio el paradero de su vida de reclusión política bajo el control de la KGB. Jamás se supo la verdad. Así nació un misterio inexplicable. Un misterio que es sostenido en las últimas décadas por los gobiernos rusos. Algunos investigadores muy confiables a través de las épocas desde la desaparición de Raoul Wallenberg investigaron las pistas que señalan que pudo haber estado vivo hasta entrados los años 80. Pero de ser así ¿Qué oculta el gobierno ruso? ¿Por qué el paradero de Raoul Wallenberg no es sacado a la luz?

Rescato la figura de este hombre ejemplar como paradigma que demuestra que los presos políticos y los desaparecidos no son patrimonio de una sola raza o nación, sino que son patrimonio de la humanidad toda y Raoul Wallenberg demostró como nadie la verdadera solidaridad más allá de la religión, nacionalidad o conciencia política y en la figura del pueblo judío marcó una diferencia a favor de la vida.

En Argentina los 30.000 desaparecidos nos acercan al dolor de lo que representa un genocidio; y la existencia de presos políticos en pleno siglo veintiuno nos avergüenza como seres humanos. Hoy la Fundación Internacional Raoul Wallenberg está en medio de una campaña de recolección de firmas bajo el titulo de 100.000 firmas por 100.000 vidas salvadas por Raoul Wallenberg, para exigir al gobierno ruso que despeje de una vez el misterio sobre el paradero de este hombre ejemplo de la humanidad. Hombre que supo identificarse con la humanidad de una manera que está más allá de todo. Y cerca de todos.

JULIO FERNÁNDEZ
Editor de El Cronista Argentino
Colaboración N. Brujis