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113 • DOS GOTAS DE ACEITE |
Martes, 1 de enero de 2002 |
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Cierto
mercader envió a su hijo para aprender el Secreto de la
Felicidad con el más sabio de todos los hombres. El joven
anduvo durante cuarenta días por el desierto hasta llegar a un hermoso castillo, en lo
alto de la montaña. Allí vivía el sabio que buscaba. Sin embargo, en vez de encontrar a
un hombre santo, nuestro héroe entró en una sala y vio una actividad inmensa; mercaderes
que entraban y salían, personas conversando en los rincones, una pequeña orquesta que
tocaba melodías suaves y una mesa repleta de los más deliciosos manjares de aquella
región del mundo. El sabio conversaba con todos, y el joven tuvo que esperar dos horas
hasta que le llegara el momento de ser atendido. El sabio escuchó
atentamente el motivo de su visita, pero le dijo que en aquel momento no tenía tiempo de
explicarle el Secreto de la Felicidad. Le sugirió que diese un paseo por el palacio y volviese dos horas más
tarde. El joven
comenzó a subir y bajar las escalinatas del palacio, manteniendo siempre los ojos fijos
en la cuchara. Pasadas las dos horas, retornó a la presencia del sabio. Ya más
tranquilo, el joven tomó nuevamente la cuchara y volvió a pasear por el palacio, esta
vez mirando con atención todas las obras de arte que adornaban el techo y las paredes.
Vió los jardines, las montañas a su alrededor, la delicadeza de las flores, el esmero
con que cada obra de arte estaba colocada en su lugar. -Pues éste es el único consejo que tengo para darte- le dijo el más Sabio de los Sabios-. El secreto de la felicidad está en mirar todas las maravillas del mundo pero nunca olvidarse de las dos gotas de aceite en la cuchara. |
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DP |