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Viernes, 22 de abril de 2005 |
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Dudo de que don Quijote
fuera una buena persona: quería tener razón frente a todo el mundo y además
nunca pagaba la consumición en los mesones. Se podrá creer que su figura
encarna esa parte noble que cualquier mortal, aun el más descastado, lleva
dentro, pero en el fondo era un maleducado que trataba con desprecio a su
escudero. Alonso Quijano hoy en un restaurante
sería uno de esos que le grita al camarero porque el filete está poco hecho y
arma por esa nimiedad un altercado universal con la lanza incluida. A buen
seguro que en su momento se hubiera hecho falangista, nazi, revolucionario
soviético o fascista con tal de cambiar la coraza por el uniforme.
Tienen mucho peligro los que proclaman la verdad
desde lo alto de un caballo. Lo más odioso de este personaje no es su orgullo
sino su vanidad. Si hubiera sido escritor no habría cesado de dar lanzadas en
el aire hasta ser el primero en la lista de los más vendidos. Si hubiera sido
jefe de negociado se habría enfrentado a cualquier villano diciendo:
usted no sabe con quien está hablando, y nadie
hallaría la forma de calmarlo hasta no reconocer su grandeza y pasar por
tonto como hacía Sancho Panza con tal de no
oírle. El 23 de abril es el Día de Cervantes, no de Don Quijote. La historia de España, la conquista de América y las letras castellanas habrían sido mucho mejores si el ejemplo hubiera sido un Sancho Panza lleno de ironía, pragmatismo y apego a los placeres, y no ese lunático anclado en otra época. Cuando uno repara en esa ración de locura que todo el mundo lleva dentro, pronto se descubre que ese quijotismo se identifica muchas veces con el ego insaciable. Por el contrario qué tipo sería Sancho Panza si además de las virtudes que lo adornan fuera flaco, midiera 1,85 y jugara al baloncesto. | |
MANUEL VICENT |