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1062 • UN RAJAH QUE SE ABURRE

 

Lunes, 11 de abril de 2005

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¡El rajah se aburre! ¡Ah, sí, se aburre el rajah! ¡Se aburre como quizá nunca se aburrió en su vida! (¡Y Buda sabe si el pobre rajah se aburrió!)

En el patio norte del palacio, la escolta aguarda. Y también aguardan los elefantes del rajah. Porque hoy el rajah debía cazar al jaguar. Ante yo no sé qué suave gesto del rajah, el intendente comprende: ¡que entre la escolta!; ¡que entren los elefantes!

Muy perezosamente, entra la escolta, llena de contento. Los elefantes murmuran roncamente, que es la manera, entre los elefantes, de expresar el descontento. Porque, al contrario del elefante de África, que gusta solamente de la caza de mariposas, el elefante de Asia sólo se apasiona con la caza del jaguar.

Entonces, ¡que vengan las bailarinas! ¡Aquí están las bailarinas! Las bailarinas no impiden que el rajah se aburra. ¡Afuera, afuera las bailarinas! Y las bailarinas se van. ¡Un momento, un momento! Hay entre las bailarinas una nueva pequeña que el rajah no conoce.
- Quédate aquí, pequeña bailarina. ¡Y baila! ¡He aquí que baila, la pequeña bailarina!

¡Oh, su danza! ¡El encanto de su paso, de su actitud, de sus ademanes graves! ¡Oh, los arabescos que sus diminutos pies escriben sobre el ónix de las baldosas! ¡Oh, la gracia casi religiosa de sus manos menudas y lentas! ¡Oh, todo! Y he aquí que al ritmo de la música ella comienza a desvestirse.

Una a una, cada pieza de su vestido, ágilmente desprendida, vuela a su alrededor. ¡El rajah se enciende! Y cada vez que una pieza del vestido cae, el rajah, impaciente, ronco, dice:
- ¡Más!

Ahora, hela aquí toda desnuda. Su pequeño cuerpo, joven y fresco, es un encantamiento. No se sabría decir si es de bronce infinitamente claro o de marfil un poco rosado. ¿Ambas cosas, quizá? El rajah está parado, y ruge, como loco:
- ¡Más!

La pobre pequeña bailarina vacila. ¿Ha olvidada sobre ella una insignificante brizna de tejido? Pero no, está bien desnuda. El rajah arroja a sus servidores una malvada mirada oscura y ruge nuevamente:
- ¡Más!

Ellos lo entendieron. Los largos cuchillos salen de las vainas. Los servidores levantan, no sin destreza, la piel de la linda pequeña bailarina. La niña soporta con coraje superior a su edad esta ridícula operación, y pronto aparece ante el rajah como una pieza anatómica escarlata, jadeante y humeante. Todo el mundo se retira por discreción. ¡Y el rajah no se aburre más!

ALPHONSE ALLAIS
Escritor francés (1854-1905)
Colaboración J. Mantz