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1040 • TORRE DE BRAHMA |
Jueves, 10 de marzo de 2005 |
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En 1883, el matemático francés
Édouard Lucas d’Amiens publicó un problema bajo
el pseudónimo de N. Claus de Siam. El problema se
convirtió en un entretenimiento conocido como Torres de
Hanoi. Sin embargo, perduraría en la legendaria forma que le dio
De Parville al año siguiente. Él refirió que en el gran templo de Benarés, debajo de la cúpula que marca el centro del mundo, yace una base de bronce en la que se encuentran fijadas tres agujas de diamante de una codo de altura y del grueso del cuerpo de una abeja. En una de estas agujas, Dios, en el comienzo de los siglos, colocó sesenta y cuatro discos de oro puro, el mayor sobre el plato de bronce, y los otros, en orden decreciente de anchura, superpuestos hasta la cima. Esta es la Torre de Brahma. Día y noche, los sacerdotes se turnan en la ocupación de transportar la torre de la primera aguja de diamante a la tercera, sin desviarse de las reglas fijas e inmutables impuestas por Brahma. El sacerdote no debe mover más de un disco a la vez; y no debe colocar un disco más que en una aguja libre o sobre un disco mayor. Cuando siguiendo estrictamente estas recomendaciones los sesenta y cuatro discos hayan sido transferidos de la aguja en la que Dios los colocó a la tercera, la torre y los brahmanes se convertirán en polvo y será el fin del mundo. Dicho esto, es evidente que a todos nos interesará saber cuándo finalizarán los sacerdotes su tarea para hacernos una idea del tiempo que nos queda. Afortunadamene, el número de pasos se puede calcular fácilmente por inducción:
Si los brahmanes fuesen capaces de realizar un movimiento cada segundo (¡que ya es transferir!), el tiempo necesario para trasladar la columna sería, aproximadamente, de 585.000.000.000 años, que viene a ser más de cien veces la edad actual de nuestro sol, lo cual es suficientemente tranquilizador, al menos en lo que respecta al problema que nos ocupa: ya encontraremos otro modo de acabar con el mundo. En un cuento de Arthur C. Clarke titulado The Nine Billion names of God (ver Cuentómetro 16) se cuenta una historia parecida: unos monjes tienen la tarea de escribir mediante combinaciones de ciertos caracteres especiales todos los posibles nombres de Dios, unos nueve mil millones, tarea que según sus propios cálculos les mantendría ocupados durante unos quince mil años. La cosa es que han pensado que utilizando ordenadores podrían acortar ese tiempo a unos mucho más razonables tres meses, por lo que alquilan un equipo de programadores y un ordenador Mark V para que lleve a cabo la tarea. Lo que no saben los operarios del ordenador es que, según las creencias de los monjes, cuando todos los nombres de Dios hayan sido escritos el mundo desaparecerá... | |
Colaboración A. de los Santos |