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1036 • UN PUENTE

 

Viernes, 4 de marzo de 2005

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  La habitación donde el Poder decide está cerrada a cal y canto. La democracia, nos dicen, es que nosotros, los de afuera y los más, podemos elegir quién entra y quién sale. Pero se les olvida aclararnos que sólo podemos escoger de entre los pocos que los más pocos nos presentan.

Y no sólo. Nosotros, los más y los de afuera, quienes padecemos las consecuencias de las decisiones que se toman en esa habitación, nada sabemos de ella. La política, nos repiten, es asunto de especialistas que sólo comprenden especialistas.

Así nos encontramos con que aparecen guerras envueltas en el papel celofán de argumentos insostenibles, programas económicos que no son sino guerras "blandas", crímenes culturales perpetrados en nombre de la modernización, aniquilamiento de identidades diferentes mediante el recurso expedito de eliminar a quienes las portan. En suma: la arbitrariedad asesina de la fuerza, pero vestida de "razón de Estado", de "razón económica", de "razón divina", de "razón neoliberal".

En algún lado del libro de Machado, Mairena y sus alumnos discurren sobre el teatro, sobre cómo las escenas en una habitación transcurren con la ausencia de un cuarto muro, y que es la ausencia de ese muro la que nos permite saber lo que pasa dentro. De la misma manera, los actores "hablan" sus pensamientos y es así como sabemos lo que pasa dentro de un personaje. Quienes hacen del ejercicio de la razón y el arte su trabajo pueden contribuir a derribar ese cuarto muro de la habitación del Poder y a hacer "hablar" a los personajes que la habitan. No sólo ayudarían a derrumbar el mito de la "política especializada" y a desaparecer el halo sobrenatural del Poder, también contribuirían a echar a andar otro mundo, uno mejor, uno donde quepan todos los mundos.

La democracia sería así liberada de la prisión de los spots publicitarios, la frivolidad dejaría de ser programa de gobierno, y la estupidez ya no sería la bandera que ondearan, orgullosos, los gobernantes neoliberales.

Sería magnífico que, a quienes están en el Poder, se les obligara a leer al menos siete libros: uno de poesía, uno de cuentos, uno de novela, uno de teatro, uno de ensayo, uno de filosofía... y uno de gramática...

...Fuera de entre los neoliberales, la palabra suele concitar respeto entre quienes la enfrentan, es decir, los que la hablan y escriben y los que la leen y escuchan. Si alguien me pidiera un ejemplo que sintetizara la resistencia de la humanidad frente a la guerra neoliberal, diría que la palabra. Y agregaría que una de sus trincheras más empecinadas, y afortunadas, es el libro.

Aunque, claro, es una trinchera muy otra porque se parece extraordinariamente a un puente. Porque quien escribe un libro y quien lo lee no hacen sino cruzar un puente.

VÁZQUEZ MONTALBÁN
Página/12 - 19-FEB-05
Colaboración Grano de arena