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103 • EL ATEO |
Jueves, 20 de diciembre de 2001 |
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Un ateo caminaba por el bosque
admirando la belleza de el río, los árboles y de los animales silvestres. De repente,
escucha fuertes pisadas y ve movimiento entre los arbustos para dar paso a un enorme y
feroz oso que se dirigía hacia él. El ateo comenzó a correr tan rápido como pudo,
impulsado por el flujo repentino de adrenalina en su sistema. Mirando hacia atrás ve que
el oso va ganando terreno, pero continúa corriendo. El oso seguía acercándose cuando el
ateo tropieza y cae. El oso alcanza al ateo, lo inmoviliza con una de sus patas traseras y
levanta una de sus garras delanteras como para asestarle el zarpazo final. En ese momento
el ateo exclama desesperado: - ¡Hay Dios mio ! Para sorpresa del ateo en ese instante aparece una deslumbrante luz en el cielo y el tiempo se congela. El bosque y el río enmudecen, el oso parece una estatua de cera. De entre la deslumbrante luz se escucha la voz de Dios quien dice al ateo: - Has negado mi existencia toda tu vida. Has enseñado a otros que no existo e incluso atribuyes mi creación a un accidente cósmico. ¿Realmente esperas que te ayude en este predicamento? ¿Acaso puedo contarte ahora como uno de mis creyentes? El ateo, comprendiendo lo precario de su situación, trata de contestar honestamente: - Señor, sería hipócrita de mi parte pretender hacerme creyente en este momento, después de tantos años de negarte. Lo que sí puedo pedirte es que hagas al oso un creyente en ti. Dios vió con agrado la sinceridad del ateo y le dijo: - Como pediste, te será hecho. En ese momento la luz desapareció, retornaron los sonidos y el tiempo volvió a correr. El rostro del oso cambió de uno feroz a uno amable y sonriente. Bajó la garra que tenía levantada, la junto con su otra garra y elevando su vista al cielo dijo: - Padre Santo, te doy gracias por el alimento que estoy a punto de ingerir... AMEN. |
DP |