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46 • EL AMOR Y LA LOCURA |
Lunes, 15 de octubre de 2001 |
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Cuentan que una vez se
reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres.
Cuando el Aburrimiento había bostezado por tercera vez, la Locura, como siempre tan ocurrente, les propuso: ¿Vamos a jugar a las escondidas?La Intriga levantó la ceja y la Curiosidad, ya sin poder contenerse, contestó: ¿A las escondidas? ¿Y cómo es eso? "Es un juego" dijo la Locura. "Yo me tapo la cara y empiezo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden, y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego". El Entusiasmo bailó seguido por la Euforia. La Alegría dió tantos saltos que terminó por convencer a la Duda e incluso a la Apatía, a la que nunca le interesaba nada.Pero no todos quisieron participar: la Verdad prefirió no esconderse. ¿Para qué? si al final siempre la descubrían, y la Soberbia opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no había sido de ella) y la Cobardía prefirió no arriesgarse ..."Uno, dos, tres...", comenzó a contar la Locura.La primera en esconderse fue la Pereza, que como siempre se dejó caer
tras las primeras piedras del camino. El Egoísmo, en cambio, encontró un lugar muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo... pero solo para él. La Mentira se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris) y la Pasión y el Deseo en el centro de los volcanes. El Olvido... se me olvidó donde se escondió, pero eso no es lo importante. Cuando la Locura contaba 999.999, el Amor aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado... hasta que divisó el rosal y enternecido decidió esconderse entre sus flores. " Un millón", contó la Locura, y comenzó a buscar.La primera en aparecer fue la Pereza, sólo a tres pasos de la piedra. Solo el Amor no aparecía por ningún lado. La Locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en las cimas de las montañas, y cuando estaba por darse por vencida, vió las rosas. Con una horquilla empezó a mover las ramas, hasta que de pronto se escuchó un grito doloroso. Las espinas habían herido los ojos del Amor. La Locura no sabía que hacer para disculparse: lloró, imploró, rogó, pidió perdón y prometió ser para siempre su lazarillo. Desde entonces, desde la primera vez que se jugó a las escondidas en la Tierra, el Amor es ciego y la Locura siempre lo acompaña. |
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Colaboración E. Vallejos Chicago |