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993 • VERMEER

 

Martes, 4 de enero de 2005

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"El astrónomo" de Johannes Vermeer (1668) - Museo del Louvre Johannes Vermeer nació en 1632 en la ciudad holandesa de Delft y murió el 15 de diciembre de 1675 en la misma ciudad, es también conocido como Vermeer de Delft o Johannes van der Meer.

Ver un cuadro de Vermeer es un auténtico privilegio, una experiencia única. Al contemplar sus obras, uno no asiste a una escena más o menos lograda, sino que lo que percibimos es el mismo tiempo representado en una sola imagen: mágicamente vemos caer la leche, o moverse la cortina empujada por el viento, o intuimos cómo el rostro de una joven acaba de mudar a causa de nuestra irrupción. Pero lo más asombroso es que vemos pensar, pues así es como Vermeer pinta a sus personajes: ensimismados, y pensando.

El esquema de sus lienzos casi siempre sigue el mismo modelo: una ventana a la izquierda por donde penetra la luz que ilumina una escena de interior en la que se encuentra un personaje dedicado a alguna actividad apacible. Tal aparente sencillez compositiva le son suficientes a Vermeer para alterar el transcurso del tiempo y hacernos dudar de nuestros sentidos.

Vermeer obtuvo las más alta estima entre sus contemporáneos, pero fue olvidado más tarde, para ser redescubierto dos siglos después, en 1886, por el francés Bürger-Thoré. Poco antes de la segunda guerra mundial, apareció una nueva tela con su firma: La cena de Emaús. Un museo de Rotterdam la adquirió por 270.000 dólares. El descubridor de aquel cuadro y de otros con la misma firma era Hans van Meergeren. Durante la guerra la fama de las nuevas obras se expandió por toda Europa. El nazi Hermann Goering compró uno por 850.000 dólares y lo envió a Berlín. Al terminar la guerra, dicho cuadro fue devuelto a Holanda y  Meergeren fue encarcelado por haberle vendido un auténtico Vermeer a los alemanes.

Pero Meergeren era un falsificador que al verse acorralado, no tuvo más remedio que confesar que ese cuadro, junto con los demás, eran obras suyas. Los expertos, llamados al juicio, seguían creyendo sin dudar que eran verdaderos así que Meergeren tuvo que pintar delante de testigos un Vermeer.

Luego declaró que las obras anteriores (con las que recaudó cerca de 4 millones de dólares) no fueron pintadas con ánimo de lucro sino porque se consideraba a sí mismo un genio subestimado y decidió para vengarse de críticos, profesores y marchantes que no lo reconocían, expandir la obra de Vermeer. Fue condenado a prisión por un año pero murió antes de cumplir la condena.

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