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Martes, 21 de diciembre de 2004 |
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Los transgénicos son el ejemplo de
concentración corporativa más brutal de la historia de la agricultura
industrial y, en general, de la de todas las industrias. Sólo cinco
empresas controlan los cultivos transgénicos en campo en todo el mundo, y
una sola, Monsanto, más de 90%. Las otras cuatro son Syngenta, Bayer,
Dupont y Dow. Estas, miembros fundadores de la "asociación
civil sin fines de lucro" Agrobio México,
lanzaron desde su sitio en internet, una campaña de cartas para enviar a
los diputados del Congreso en México, pidiendo la "aprobación
tal como el Senado la ha aprobado" del proyecto de
Ley de Bioseguridad, porque "la
biotecnología supone aumentar las cosechas, mejorar los alimentos y dejar
de utilizar fertilizantes y otros químicos nocivos, lo cual mejorará la
vida de millones de campesinos y consumidores". Ninguna de estas afirmaciones se cumple en los países en los que están la mayoría de los transgénicos; no obstante, esto no es un dato relevante para Agrobio México. Por cierto, ¿qué querrá decir "responsablemente" en boca de los mayores productores de Dioxina, PCB y armas biológicas como el agente naranja y el napalm? Claro que las multinacionales que producen transgénicos no iban a colocar un texto que dijera: todos los transgénicos son de las empresas que promovemos esta campaña y con ellos pretendemos establecer una dependencia y un control nunca visto sobre productores y consumidores; entonces, señores diputados, a ver si nos aprueban yá, esta ley, porque, pese al daño que hemos logrado hacer hasta ahora en México, todo está en el filo de la ley o es ilegal: los cultivos de soja y algodón transgénico son experiencias pilotos semicomerciales aunque, gracias a las políticas agrícolas que favorecen a la gran industria agrícola, están subsidiados con fondos públicos para el campo, pero la contaminación del maíz nativo, de la que somos responsables, es absolutamente ilegal y se nos hace un tanto incómoda. Con esta ley podremos legalizar todo esto y continuar contaminando con mayor impunidad. Como no dirán esto, que es la verdad, analicemos el mensaje de la web que sostienen estas multinacionales.
En el Estado de Paraná, Brasil, que se declaró libre de transgénicos, la soja convencional produjo casi el doble que la transgénica contrabandeada a otros estados por latifundistas y empresas y posteriormente legalizada por Lula. La Ley de Bioseguridad de Brasil, que partió como una iniciativa promisoria para los intereses de la sociedad y los campesinos, ha sido deformada al punto de que es irreconocible, acercándose a la aberración que se discute en México y que las trasnacionales adoran y quieren que se apruebe inmediatamente. Pero, como bien dicen en Paraná: quienes necesitan leyes de bioseguridad son las transnacionales. A los demás nos alcanza con algo mucho más simple: prohibir los transgénicos. |
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SILVIA RIBEIRO |