Click para ir al número anterior

ANTERIOR

EL CUENTOMETRO DE MORT CINDER

SIGUIENTE

Click para ir al número siguiente

786 • MALAS COSTUMBRES II

 

Martes, 6 de abril de 2004

Al índice

Click para ir al índice

Malas costumbres: indignidad, amnesia, resignación. Por miedo, nos cuesta cambiarlas; por pereza mental, nos cuesta imaginarnos sin ellas. Se nos hace inconcebible el revés de la trama, la contracara de cada cara. Preguntarnos, pongamos por caso:

  • ¿Qué hubiera pasado si Irak hubiera invadido Estados Unidos, con el pretexto de que Estados Unidos tiene armas de destrucción masiva?

  • ¿Y si la embajada de Venezuela en Washington hubiera impulsado y aplaudido un golpe de Estado contra George W. Bush, como hizo la embajada de Estados Unidos en Caracas contra Hugo Chávez?

  • ¿Y si el gobierno de Cuba hubiera organizado 637 tentativas de asesinato contra los presidentes de los Estados Unidos, en respuesta a las 637 veces que intentaron matar a Fidel Castro?

  • ¿Y qué pasaría si los países del sur del mundo se negaran a aceptar ni una sola de las condiciones impuestas por el Fondo Monetario y el Banco Mundial, a menos que estos organismos empezaran por imponerlas a Estados Unidos, que es el mayor deudor del planeta?

  • ¿Y si el sur aplicara los subsidios y los aranceles que los países ricos practican en casa y prohíben afuera?

  • ¿Y si...?

Malas costumbres: el fatalismo. Aceptamos lo inaceptable como si fuera parte del orden natural de las cosas y como si no hubiera otro orden posible. El sol enfría, la libertad oprime, la integración desintegra: nos guste o no nos guste, no hay manera de evitarlo. Elija usted entre eso o eso. Así se vende, por ejemplo, el ALCA.

Allá en el principio de los tiempos, el viejo Zeus, el mandón mayor, no se equivocó. Entre todos los moradores del Olimpo griego, Hermes era el más mentiroso, el tramposo que a todos engañaba, el ladrón que todo robaba. Zeus le regaló unas sandalias con alitas de oro y lo nombró dios del comercio. Fue Hermes, después llamado Mercurio, quien engendró la Organización Mundial del Comercio, el Nafta, el ALCA y otras criaturas concebidas a su imagen y semejanza.

El NAFTA el acuerdo comercial entre los Estados Unidos, Canadá y México, acaba de cumplir diez años. La mano de Hermes ha guiado, paso a paso, toda su infancia. Vida y obra del Nafta, primera década: recordemos no más que un par de episodios reveladores de lo que nos espera si se concreta el ALCA y esta llamada libertad de comercio, humilladora de soberanías, se extiende a todo el espacio americano:

- En 1996, el gobierno de Canadá prohibió la venta de "una neurotoxina peligrosa para la salud humana". Era un aditivo para la gasolina, fabricado por la empresa estadounidense Ethyl. Ese aditivo tóxico, prohibido en los Estados Unidos, sólo se vendía en Canadá. La empresa Ethyl, que lleva muchos años dedicada a la noble misión de envenenar a los países extranjeros, reaccionó demandando al estado canadiense porque la prohibición de su producto liquidaba sus ventas, dañaba su reputación e implicaba "una expropiación". Los abogados canadienses advirtieron a su gobierno que estaba perdido: no había nada qué hacer. En el Nafta, las empresas mandan. A mediados de 1998, el gobierno de Canadá levantó la prohibición, pagó una indemnización de trece millones de dólares a la empresa Ethyl y le pidió disculpas.

- En 1995, otra empresa estadounidense, Metalclad, no pudo reabrir un depósito de basura tóxica en el estado mexicano de San Luis Potosí. Lo impidió la población, machetes en mano, para que la empresa basurera no continuara envenenando la tierra y las napas subterráneas de agua. Metalclad demandó al gobierno de México por ese "acto de expropiación". Según lo establecido por el tratado de libre comercio, en el año 2001 la empresa recibió una indemnización de diecisiete millones de dólares.

EDUARDO GALEANO
De su artículo "Malas Costumbres"
Colaboración Grano de Arena