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Sábado, 20 de marzo de 2004 |
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¿Por qué llevamos
anillos de casados? El uso del anillo de boda como símbolo de unión y
fidelidad entre el hombre y la mujer es una práctica vigente desde épocas
remotas, al igual que muchos de los actuales ritos matrimoniales.
Su utilización aparece ya en el Egipto dinástico, y las romanas acostumbraban a entregar a su novio un annulus sponsalitlus de hierro, que en el siglo II pesa a ser de oro. Por ser éste el metal más duradero, se suponía que aseguraba una unión permanente. A partir del siglo y esta costumbre se generalizó entre los pueblos germánicos, pasando asar legislado su uso entre los visigodos y lombardos. Hacia el siglo IX, se habla extendido por toda la Cristiandad, como símbolo de alianza, de asociación de destinos fiel y libremente aceptada. Simbólicamente, el anillo significa un vinculo eterno, al tiempo que aísla del mundo exterior. Por ello, el intercambio de alianzas entre los novios sella su unión e indica que cada uno se convierte simultáneamente en amo y siervo del otro. Antiguamente se colocaba en el tercer dedo de la mano izquierda, ya que, al creérselo unido directamente al corazón por una vena especial, se lo consideraba el dedo más adecuado como portador de un símbolo de amor. Supersticiosamente, la ruptura del anillo se tomaba por un nefasto presagio, al igual que el hecho de que durante la ceremonia se caiga o lo tome otra persona distinta al oficiante de la boda. Si la esposa perdía su anillo en algún momento de su vida, el marido debía comprar otro inmediatamente y reponerlo para eludir la mala muerte. |
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Colaboración E. González |