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770 • UNITED COLORS |
Jueves, 18 de marzo de 2004 |
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El
Longko Lorenzo Quilaqueo enseña que antes de
que salga el sol se agradece por el nuevo día, y se le pide permiso a la
naturaleza para trabajarla y usar sus frutos. Cuenta el longko que así
decían sus mayores, y a sus 87 años él se dedica a que otros también
aprendan. También dice que si uno no respeta a la naturaleza, el mal que
hace se vuelve contra uno mismo. En su cosmovisión, uno no está sobre la
tierra, sino que es parte de ella, y por eso su pueblo se llama
Mapuche, que significa
gente de la tierra.
El Benetton Group es acusado por el pueblo Mapuche de usurpar tierras ancestrales, de desalojar a pobladores Mapuche e intentar agrandar sus propiedades, que ya suman 900.000 hectáreas. Uno de esos conflictos es con la familia Curiñanco, un matrimonio que fue desalojado por una denuncia de los administradores del grupo en las cercanías de Leleque, la estancia mas grande de Benetton. El caso se tratará en tribunales a partir del 14 de Abril, y cobró resonancia internacional, ayudando a destapar otros casos de desalojos y encierro de ríos y caminos comunales. Preocupado por la imagen, el Directtore de Stampa e Comunizacione de Benetton Group, Federico Sartor, intentó desmentir todas y cada una de las acusaciones contra la Compañía de Tierras Sud Argentino (CTSA), el latifundio del grupo italiano en la Patagonia. Sartor dice que CTSA es una sociedad “independiente al grupo Benetton” y que sólo controlan en común a Edizione Holding, la sociedad madre del grupo. Pero si Benetton no tiene relación directa con la CTSA, ¿por qué le presta su direttore di stampa para defenderse?. Quizás porque CTSA provee a Benetton 3.1 millones de kilos de lana anuales. O quizás porque el presidente del directorio de CTSA sea un tal Carlo Benetton. Sospechamos, que este tal Carlo Benetton tiene algo que ver con el Grupo Benetton SA. También dice que “sólo las tierras de la CTSA de Buenos Aires son de gran calidad y de un valor elevado por hectárea. El resto está en la zona Cordillera, en la estepa Patagónica y en la costa”. Pero las tierras en La Patagonia son las mejores de la zona, y alcanzan perfectamente para alimentar sus 280.000 ovejas, que tienen a su disposición 3,2 hectáreas cada una, mucho más de lo que gozan las familias despojadas de su tierra. Además en parte de esas tierras hay proyectos mineros para la extracción de oro, algunos llamativamente cerca de las tierras en conflicto; tres de los proyectos mineros de la zona Esquel están en las propiedades de Benetton, según el mapa que los propios abogados de CTSA. El conflicto con la familia Curiñanco afecta al 0,001285% de esas tierras que Sartor dice de baja calidad. Sin embargo Benetton contrató al bufete de abogados más caro de la ciudad al que Carlo Benetton llama en la mitad de la noche para pedir informes. Sartor señala en su artículo que en el caso Curiñanco “el juzgado competente ha sentenciado en favor de La Compañía”, y que ahora “está en curso una causa para establecer la pena”. Si esto fuera cierto sería la primera vez que un acusado recibe sentencia antes de ser juzgado. Quizás esto se explique porque el juez que tenía la causa, y ordenó el desalojo preventivo de la familia Curiñanco, es el Dr. Collabelli, que enfrenta un juicio político por sus sentencias animosas contra el pueblo Mapuche. Por el cierre de ríos, explica Sartor que si el paso está cerrado por tres candados es para preservar su propiedad privada y el medio ambiente y que cualquiera que pida la llave puede pasar, tanto para seguir camino como para quedarse a pescar en la zona. Lo que no dice es que dentro de ese “cualquiera” no se incluye a sus propios empleados, ni a los pobladores de Leleque. En otro artículo, Sartor llamó despectivamente a los que se quejaban “activistas que querían llamar la atención del estado y utilizan a la empresa para hacerlo”. Es cierto, Doña Candelaria, una activista Mapuche de 86 años, salta todos los días un alambrado puesto por los administradores de la Estancia para ir a buscar agua de un arroyo para hacer gimnasia subversiva. En cuanto a la Escuela 90, en estación Leleque, dice que es “responsabilidad exclusiva del estado”. Para funcionar necesita alumnos, que en este caso son la veintena de chicos que habitan estación Leleque, una pequeña isla de 1 hectárea, que el estado y Benetton quieren desalojar para montar el emprendimiento turístico que Sartor reseña en sus últimas líneas. Claro que todavía la compañía no tiene el poder de cerrar escuelas, pero si tiene el poder de intentar matarlas por falta de alumnos. Volviendo al principio, cuando el Longko Lorenzo Quiraqueo explica que todo vuelve, coincide con varios otros pueblos originarios de Sudamérica cuando señala que los 500 años malos se terminaron y viene un ciclo ascendente, que castigará a los invasores y redimirá a los oprimidos. ¿Será por miedo a ese cambio, que en el paquete de inversiones por 5 millones de dólares que Benetton tiene planeado para sus estancias patagónicas, se incluya la construcción de una comisaría privada? Quizás esa sea la forma de completar el círculo, y convertirse en los nuevos conquistadores de La Patagonia; compran tierra a precios ridículos, la policía trabaja en forma privada para ellos y Sartor, como los monjes de hace 500 años, reparte espejitos de colores, con la diferencia de que ahora se los llama United Colors by Benetton. |
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SEBASTIÁN
HACHER |