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706 • ECONOMÍA SEXUAL |
Sábado, 3 de enero de 2004 |
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La
salud psíquica depende de la potencia
orgástica,
o sea, de la capacidad de entrega en el acmé
de excitación
sexual durante el acto sexual natural. Su
fundamento es la actitud caracterológica, no
neurótica, de la capacidad de amar. La
enfermedad mental es un resultado de las
perturbaciones de la capacidad natural de amar y
de relacionarse adecuada y satisfactoriamente con
los demás. En el caso de la impotencia orgástica, de la cual sufre una enorme mayoría de los seres humanos, la energía biológica está bloqueada y se convierte así en fuente de las manifestaciones más diversas de conducta irracional (bloqueo emocional, exclusión). La cura de los trastornos psíquicos requiere en primer término el restablecimiento de la capacidad natural de amar. Ello depende tanto de las condiciones sociales como de las condiciones psíquicas. Las perturbaciones psíquicas son el resultado del caos sexual originado por la naturaleza de nuestra sociedad; caos que ha tenido como función el sometimiento de las personas a las condiciones existentes. Sirve el propósito de obtener el anclaje psíquico de una civilización mecanicista y autoritaria, haciendo perder a los individuos la confianza en sí mismos. Las energías vitales, en circunstancias naturales, se regulan espontáneamente, sin ayuda compulsiva medicamentosa, la cual indica con seguridad la existencia de tendencias antisociales. La conducta antisocial surge de pulsiones secundarias que deben su existencia a la supresión de la sexualidad natural. El individuo educado en una atmósfera de negación de la vida y del sexo contrae angustia de placer (miedo a la excitación placentera), que se manifiesta fisiológicamente en espasmos musculares crónicos. Esa angustia de placer es el terreno sobre el cual el individuo recrea las ideologías negadoras de la vida que son la base de las dictaduras. Es la base del miedo a una vida libre e independiente. Se convierte en una poderosa fuente de donde extraen su energía individuos o grupos de individuos a fin de ejercer toda clase de actividad represiva. Es una angustia biofisiológica y constituye el problema central de la investigación psicosomática. La persona neurótica sólo puede experimentar esta angustia como algo siniestro y atemorizante. La estructura caracterológica del hombre actual se caracteriza por un acorazamiento contra la naturaleza dentro de sí y contra la miseria social que lo rodea. Este acorazamiento del carácter es la base de la soledad, del desamparo, del insaciable deseo de autoridad, del miedo a la responsabilidad, de la angustia mística, de la miseria sexual, de la rebelión guerrillera impotente así como de una resignación artificial y patológica de droga y alcohol. Los seres humanos han adoptado una actitud hostil a lo que está vivo dentro de sí mismos, de lo cual se han alejado. Este enajenamiento no tiene un origen biológico y económico, sino social y psicológico. Desde hace mucho el deber y la obligación han sustituido al goce natural del trabajo y la actividad. La estructura caracterológica corriente de los seres humanos se ha modificado en dirección a la impotencia y el miedo a vivir en actitudes de irresponsabilidad y de infantilismo. La catástrofe internacional que atravesamos es la última consecuencia de esa enajenación respecto de la vida. La formación del carácter en la pauta autoritaria tiene como punto central no el amor parental, sino la familia autoritaria. Su instrumento principal es la supresión de la sexualidad en el infante y en el adolescente. Debido a la escisión de la estructura del carácter humano actual, se consideran incompatibles la naturaleza y la cultura, el instinto y la moralidad, la sexualidad y la realización. Esa unidad de la cultura y la naturaleza del trabajo y del amor, de la moralidad y la sexualidad, que eternamente anhela la raza humana, continuará siendo un sueño mientras el hombre no permita la satisfacción de la gratificación sexual natural de parte de las existencias biológicas. Hasta entonces la verdadera democracia y la libertad responsable seguirán siendo una ilusión. Hasta entonces prevalecerá el aniquilamiento de la vida, sea en forma de una educación compulsiva, sea en instituciones compulsivas, sea en sacrificios estériles e inútiles de depresiones económicas inflacionarias con peticiones impulsivas de producción o sacrificios, o mediante guerras. En
el campo de la psicoterapia, el principio
fundamental de la técnica es la restauración de
la motilidad biosíquica por medio de la disolución
de las rigideces (acorazamientos) del carácter
y de la musculatura. Esta técnica psicoterapéutica
fue experimentalmente confirmada por el
descubrimiento de la naturaleza bioeléctrica de la
sexualidad y la angustia. La sexualidad y la
angustia son las direcciones opuestas de la
excitación en el organismo biológico: expansión
placentera y contracción angustiosa. La fórmula
del orgasmo
que dirige la investigación económico-sexual,
es la siguiente: El proceso sexual, o sea, el proceso biológico expansivo del placer, es el proceso vital productivo per se. La tergiversación social de la vida de amor natural y el empeño a negarla a los niños y adolescentes representa un estado de cosas, característicamente humano. que se extiende más allá de los límites de cualquier Estado o grupo. La represión sexual, la rigidez biológica, la manía moralizadora y el puritanismo no están confinados a ciertas clases o grupos sociales. Existen por doquier. Aprobación y desaprobación, según el caso, han sido justificadas por la misma ideología. En realidad, esclarecer la función de lo viviente sólo amenaza una actitud y una clase de orden social y moral: el régimen autoritario de cualquier clase, que, mediante una moralidad compulsiva y una actitud también compulsiva frente al trabajo, intenta destruir la decencia espontánea y la autorregulación natural de las fuerzas vitales. El auténtico anhelo de democratizar la vida social, tan antiguo como el mundo, se basa en la autodeterminación, en una socialidad y moralidad naturales, en la alegría en el trabajo y la felicidad terrenal en el amor. Quienes sienten ese anhelo consideran toda ilusión un peligro. En el campo de la higiene mental, trátase de la tarea ímproba de reemplazar el caos sexual, la prostitución, la literatura pornográfica y el gangsterismo sexual, por la felicidad natural en el amor garantizada por la sociedad. Eso no implica ninguna intención de destruir la familia o de minar la moral. De hecho, la familia y la moral están minadas por la familia y la moralidad compulsivas. Profesionalmente, debemos acometer la tarea de reparar el daño causado por el caos sexual y familiar en forma de enfermedades mentales. La función natural de la socialización del hombre es garantizar el trabajo y la realización natural del amor. Esas dos actividades biológicas del hombre siempre han dependido de la investigación y pensamientos científicos, no de administraciones públicas ni de sistemas filosófico-económicos. El conocimiento, el trabajo y el amor natural son las fuentes de la vida. Deberían también ser las fuerzas que la gobiernan, y su responsabilidad total recae sobre todos los que producen mediante su trabajo. El médico o el maestro sólo tienen una obligación: practicar su profesión firmemente, sin transigir con los poderes que intentan suprimir la vida y considerar únicamente, el bienestar de quienes están a su cuidado. No pueden representar ideologías que se hallen en conflicto con la verdadera tarea del médico o maestro. La hipocresía moralizadora es el enemigo más peligroso de la moralidad natural. La hipocresía moralizadora no puede combatirse con otro tipo de moralidad compulsiva, sino con el conocimiento de la ley natural de los procesos sexuales. La conducta moral natural presupone la libertad de los procesos sexuales naturales. Recíprocamente, la moralidad compulsiva y la sexualidad patológica corren parejas. La línea de compulsión es la línea de menor resistencia:
Sea cual sea el resultado, para las generaciones venideras, de las luchas sangrientas de nuestro mundo dislocado, la ciencia de la vida es más poderosa que todas las fuerzas negativas y todas las tiranías. Fueron Galileo y no Nerón; Pasteur y no Napoleón; quienes sentaron las bases de la técnica moderna, combatieron las epidemias; quienes exploraron la mente; quienes, en otras palabras, dieron un fundamento sólido a nuestra existencia. Los otros nunca hicieron otra cosa que abusar de las realizaciones de los grandes hombres para destruir la vida. |
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De "Teoría de la Economía Sexual" de WILHEM REICH (Psicólogo 1897-1957) |