por supuesto que no refiero más que
a la sustancia de la conversación.Al cabo de tres lunas, el celeste emperador hizo venir al mandarín, y le
dijo:
- Kouang, mira.
Y Kouang abrió los ojos y vio una multitud de hombres trabajando.
Unos sacaban escombros y otros hacían terraplenes; estos nivelaban, aquellos
empedraban; y el mandarín, que era muy instruido, dijo para sí:
están haciendo
un camino.
Al cabo de otras tres lunas, el emperador llamó a Kouang y le dijo:
- Mira
Y Kouang vió que estaba hecho el camino; y que en él se construían
de trecho en trecho grandes posadas. Un enjambre de caminantes, carros y
palanquines iban y venían, e innumerables chinos, abrumados por la fatiga,
llevaban y traían pesados fardos de Tchin a Tchan y de Tchan a Tchin. Y Kouang
dijo:
- La destrucción del canal es lo que ha dado trabajo a esta
gente
No pensó que antes este trabajo se dedicaba
a otros empleos.
Pasaron tres lunas, y el emperador dijo a Kouang.
- Mira
Y Kouang miró. Y vio las posadas llenas de viajeros y alrededor de aquellas, establecimientos de
carniceros, panaderos, cocineros y vendedores de nidos de golondrinas; y como
estos honrados artesanos no podían andar desnudos, se habían establecido allí sastres, zapateros, vendedores de paraguas y abanicos; y como
ni aún en el celeste imperio se duerme al claro de la luna, había también carpinteros, albañiles y pizarreros. Vinieron después empleados de policía,
jueces, sabios; en una palabra, se formó una ciudad con sus arrabales
alrededor de cada posada. Y el emperador dijo a Kouang:
- ¿Que te parece?
- Nunca hubiera pensado que destruir un canal pudiese crear tanto trabajo -
respondió Kouang.
No vio que aquel no era trabajo creado, sino aplicado a
otro objeto, y que los viajeros comían cuando pasaban sobre el canal, del
mismo modo que cuando iban por el camino.
Algún tiempo después, el emperador
murió, y el hijo del cielo fue sepultado en la tierra. Su sucesor llamó a Kouang y le dijo:
- Haz limpiar el canal.
- Hijo del cielo, cometéis una falta - respondió Kouang al nuevo emperador:
- Kouang dices una barbaridad.
- Señor -insistió Kouand - ¿Cuál es su objeto?
- Mi objeto, es facilitar la circulación de los hombres y
de las cosas entre Tchin y Tchan; hacer el transporte menos dispendioso, a fin
de que el pueblo obtenga más baratos el te y los vestidos.
Pero Kouang estaba preparado. Había leído algunos números
del periódico chino Monitor
Industrial.
Pidió permiso para contestar y
después de tocar nueve veces el suelo con la
frente, dijo:
- Señor, aspiráis reducir por la facilidad del transporte el precio de los
objetos de consumo, para ponerlos al alcance del pueblo, y para ello
principiáis por hacerle perder el trabajo que había hecho nacer la
supresión del canal. Señor, en economía política eso es la baratura absoluta...
- Creo que hablas de memoria Kouang
-dijo el emperador
- Es cierto - y abriendo el periódico leyó -
en economía política la baratura absoluta de los objetos de
consumo no es más que una cuestión secundaria. La dificultad está en el
equilibrio entre el precio del trabajo y el de los objetos necesarios a la
vida. La abundancia del trabajo es la riqueza de las naciones, y el mejor
sistema económico es el que les proporciona la mayor suma posible de trabajo.
No importa si vale más pagar 4 u 8 monedas por una taza de té, 5 o 10 tales
por una camisa; esas son puerilidades indignas de un espíritu serio. Nadie
niega su proposición. La cuestión es saber si es mejor pagar un objeto más
caro y tener por la abundancia y por el precio del trabajo más facilidad de
adquirirlo; o bien si vale más empobrecer los gérmenes del trabajo, disminuir
las masas de la producción nacional, transportar por caminos en actual
servicio los objetos de consumo a un precio menor; es cierto, pero quitando al
mismo tiempo a una parte de nuestros trabajadores la posibilidad de
comprarlos, aún a esos precios disminuidos.
- No necesito diarios chinos para saber que crear obstáculos es
llamar el trabajo de ese lado; pero esta no es mi misión
- respondió el emperador - Ve, limpia el canal;
después reformaremos la aduana.
Kouang se fue acomodándose la barba y exclamando:
- ¡Oh Fó! ¡oh Pé! ¡oh Lí! y todos los dioses monosílabos y circunflejos de
Cathay; tened piedad del pueblo, porque nos ha venido un emperador de la
escuela inglesa, y comprendo muy bien que antes de poco tiempo careceremos de
todo, porque no tendremos ya necesidad de hacer nada.