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557 • GARDEL

 

Sábado, 12 de julio de 2003

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Para mi lo inventamos.
Seguramente fue una tarde de domingo,
con mate, con recuerdos, con tristeza,
con bailables bajitos en la radio,
después de los partidos.

Entonces, que se yo,
nos pasó algo rarísimo.
Nos vino como un ángel desde adentro,
nos pusimos proféticos,
nos despertamos bíblicos.

Miramos hacia las telarañas del techo y nos dijimos:
Hagamos, pues, un Dios a semejanza
de lo que quisimos ser y no pudimos.
Démosle lo mejor,
lo mas sueño y lo más pájaro
de nosotros mismos.
Inventémosle un nombre, una sonrisa,
una voz que perdure por los siglos,
un plantarse en el mundo lindo, fácil,
como pasándole ases al destino

Y claro, lo deseamos y vino.
Y nos salió morocho, glorioso, engominado,
eterno como un Dios, o como un disco.
Se entreabrieron los cielos de costado
y su voz nos cantaba: mi Buenos Aires querido....

Eran como las seis,
esa hora en que empiezan los bailables,
y ya acabaron todos los partidos.

HUMBERTO CONSTANTINI
Colaboración La Patria Grande