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555 • GEOGRAFIA DE LAS PALABRAS

 

Jueves, 10 de julio de 2003

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Helicópteros sobre Irak

Si la prehistoria terminó hace tres años o hace 20 siglos no parece importar mucho. Allá arriba, quienes son el poder y el destino, se empeñan en convencernos de que la historia se repite, a pesar de lo que digan los calendarios. La aniquiliación del diferente es moda siempre actualizada. Y, aunque en esencia, nada hay de diferente entre las catapultas del Imperio romano y las "bombas inteligentes" de Bush, ahora el avance tecnológico funciona como el nuevo capellán de las tropas de ocupación (pinta de bondad lo que no deja de ser un crimen a distancia) y el escenógrafo espectacular (los bombardeos por televisión se convierten en un entretenimiento de piroctenia fascinante, tal como lo define la CNN).

Sin importar si nos damos cuenta o no, el poder construye e impone una nueva geografía de las palabras. Los nombres son los mismos, pero ha cambiado lo nombrado. Así, el error es doctrina política y el acierto es herejía. El diferente es ahora el contrario, el otro es el enemigo. La democracia es la unanimidad en la obediencia. La libertad es sólo la libertad para elegir la forma de esconder nuestra diferencia. La paz es el sometimiento pasivo. Y la guerra es ahora un método pedagógico para enseñar geografía.

Donde faltan las razones, pululan los dogmas. El dogma primero respalda a la causa, después la deforma y la convierte en destino. En el largavistas del poder, el horizonte es siempre el mismo, inmutable y eterno. El lente del poder es un espejo. Lo diferente será siempre inesperado y a lo inesperado siempre se opondrá el miedo. Y el miedo siempre se hará fuerte en el dogma para aplastar lo inesperado. En el largavistas del poder, el mundo es plano, deslavado y sucio.

Si un estadista no puede ser recordado por su obra humanitaria, entonces que sea recordado por su obra criminal. Y así, la historia del poder se repite: los "próceres" de ayer hoy visten todas sus bajezas y rencores. Los "iluminados de Dios" de hoy, serán los herejes de mañana. Las palabras cambian y también las imágenes. Antes, en la geografía de las estatuas, el dogma se hacía piedra para honrar a sus fanáticos. Hoy es en las portadas de las revistas, periódicos y noticieros televisivos y radiales, que el dogma guarda memoria de sí mismo en las hemerotecas, y se asegura de servir de coartada para los continuadores de las pesadillas fundamentalistas.

En la moderna teoría del Estado, los seres humanos nacen diferentes. Su incorporación a la sociedad consiste en un proceso de educación que sería la envidia del reformatorio más cruel. El esfuerzo de todo el aparato de Estado se dirige a "igualar" a ese ser humano, es decir, a homogeneizarlo bajo una hegemonía: la del que manda. El grado de éxito social, entonces, se mide según se acerque o se aleje de un modelo. La homogeneidad no es que todos seamos iguales, sino que todos tratemos de ser iguales a ese modelo. Y el modelo es aquel que se construye por quien es poder. La hegemonía no es sólo que uno mande, sino, además, que todos nos esforcemos por obedecerlo.

Ahí está la homogeneidad, no todos tenemos las mismas riquezas (y ni hablar de que unos pocos las tienen a costa de otros muchos) ni las mismas oportunidades, pero sí tenemos el mismo amo y la misma voluntad de obedecerlo (que es otra forma de decir "servirlo"). Cuando se nos hace el símil de la sociedad con la familia y se nos dice que debe haber reglas para la convivencia, se "olvida" que el problema son "esas" determinadas reglas. Ahí, las palabras cambian su geografía, no dicen ya lo que dicen, sino lo que quieren ellos, los que son poder, que digan. En algún momento de la historia moderna la legalidad suple la legitimidad y cuando la legalidad es rota por los de arriba es que las leyes deben adecuarse. Cuando es rota por los de abajo, es que las leyes deben aplicarse... para castigar su incumplimiento.

Subcomandante insurgente MARCOS
México - Marzo de 2003
Colaboración "El grano de arena" ATTAC