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Una noche de hace casi 40 años el astrónomo
norteamericano Frank Drake apuntó un rudimentario radiotelescopio hacia las
estrellas. Su objetivo era claro: un aparato capaz de detectar emisiones
de radio lejanas podría, quizá, darnos las primeras evidencias de la
existencia de civilizaciones inteligentes, transmitiendo desde otros mundos.
Tal vez alguna estuviera intentando comunicarse con nosotros.
Aquel histórico día, Drake no detectó nada más que el ruido de fondo del
cosmos, similar a la fritura que se escucha cuando se sintoniza un aparato de
radio entre dos estaciones. Pero abrió un campo nuevo para la radioastronomía
que, a lo largo de cuatro décadas, se ha ido perfeccionando y ha acumulado más
de 350.000 horas de escucha espacial.
La Argentina ha sido pionera en este campo. Desde 1985, el
IAR (Instituto Argentino
de Radioastronomía) apunta al cielo con sus antenas desde los alrededores de La
Plata.
- Y trabajamos muchísimo. En cinco años de observación analizamos unas
dos billones de señales -dice el licenciado Guillermo Lemarchand,
investigador del Conicet, miembro del proyecto
Seti de búsqueda de vida
extraterrestre en el instituto y secretario de ese proyecto en la
Academia
Internacional de Astronáutica de París, quien además trabajó bajo las órdenes
del célebre Carl Sagan en la
Universidad de Cornell.
- Y de esa enorme cantidad de señales analizadas y desechadas, ¿no
hubo ninguna por lo menos dudosa? -le preguntamos
- La computadora -nos dijo- descartó automáticamente la mayoría hasta dejarnos
unas 3000 a 4000 señales candidatas. Investigamos minuciosamente cada una y
llegamos a la conclusión de que muchas eran señales artificiales inteligentes,
pero... terrestres. Pero hay algo interesante: de esas falsas alarmas quedaron
unas 30 que nunca pudimos vincular con actividades terrestres.
- ¿Entonces?
- Bueno... tampoco pudimos demostrar que eran extraterrestres.
- ¿Y qué eran?
- No lo sabemos. Porque cuando apuntamos los radiotelescopios a los mismos
lugares desde donde provenían no volvieron a aparecer. O eran interferencias
de origen terrestre que no podemos identificar o eran señales extraterrestres
que eventualmente son amplificadas por los plasmas interestelares.
- ¿Plasmas interestelares?
- Son nubes de gas ionizado y estamos inundados por ellos. Cuando una señal
atraviesa esas nubes de gas, a veces pueden ser amplificadas y entonces uno
las detecta. Pero la única forma de estar bien seguros es apuntando un
radiotelescopio durante muchas horas al mismo lugar del cielo y volver a
captarla. Hay muchas medidas de seguridad y toda una serie de protocolos para
verificar y luego hacer el anuncio. Y estas señales no las pasaron.
- Supongamos que, finalmente, detectan una señal artificial extraterrestre,
¿qué pasaría?
- Detectar una señal no necesariamente implica que uno entienda cuál es el
contenido informativo de esa señal. Puede suceder también que sea una señal
artificial extraterrestre y no tenga contenido. Por ejemplo, una señal de
alguien que está utilizando un radar en otro mundo. En ese caso, lo único que
nos estaría diciendo es que en esa posición de la galaxia hay un ser
inteligente que construyó un
aparato tecnológico que uno lo puede detectar. Lo que nos demuestra es que no
estamos solos en el universo.
- ¿Se podría saber exactamente de qué estrella proviene?
- Sí. Una vez detectada la fuente se pueden saber la distancia y la
antigüedad de la señal, podríamos deducir el tamaño del transmisor que la
generó, lo que puede dar una idea de la disposición de energía que tiene esa
civilización para hacer transmisiones y determinar si es más avanzada que la
nuestra. Analizando cómo oscila la señal uno puede saber cómo son la órbita,
el tamaño, la masa del planeta desde donde proviene, la distancia al centro de
la estrella que orbita y así imaginar las características ambientales de ese
mundo. Y todo eso sin saber nada del contenido de la señal. O sea, sobre qué
nos quiere decir esa señal.
- ¿Y en cuanto al contenido?
- Bueno, ése es un problema: ¿seremos capaces de interpretar un mensaje? La
idea es que si se trata de un mensaje enviado deliberadamente para que lo
detectemos no debería tener un código
complicado. Se supone que nos van a facilitar todos los elementos para
decodificarlo y que los criterios de codificación van a estar basados en las
leyes de la naturaleza. En aquello que tenemos en
común, que es el universo.
- En cuarenta años no se ha encontrado nada, ¿cómo es que no se desalienta?
- Descubrir una señal sería como encontrar una aguja de coser en un pajar de
un tamaño equivalente a 35 planetas Tierra. En escala cósmica y con estos
números, 40 años no es nada. Hasta ahora exploramos una pequeñísima franja de
ese pajar cósmico. Y puedo asegurar que la ausencia de evidencia no es
evidencia de la ausencia.
- Dicen que hay más estrellas en el universo que granos de arena en todas
las playas. ¿Es así?
- Sí. Y sabemos que el sol es apenas uno de esos granitos. Además, al observar
el cosmos vemos que la Tierra no es nada especial. Por lo tanto, lo que
sucedió acá (la aparición de la vida) pudo haber ocurrido en alguna otra
parte del universo. Y ésta es una premisa básica para el proyecto. Entonces,
las probabilidad de que existan otras civilizaciones es altísima. Si uno no
cree en eso, no tiene sentido seguir buscando. |