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La nueva onda de
vestidos entallados con telas transparentes le encantaban.
Claro, tenia unos kilos de mas que no ayudaban mucho, pero ese era el conjunto
que le había fascinado y ansiaba ponérselo. Por cierto, no quería acordarse lo
que pagó por él.
El entallado le quedaba perfecto
(a
decir verdad un poco tenso por las “llantitas”)
pero tolerable. Los escotes y el efecto de transparencia eran realmente
sensuales.
Se miraba una y mil veces en el espejo. Le encantaba verse y sentirse bien
sensual.
Ponerse las medias oscuras para hacer juego con los zapatos de taco alto al
tono, era parte importante del ritual, se había depilado las piernas en forma
concienzuda.
Ya listo,
se paró
frente al espejo por enésima vez y se miró
de costado. Levantó la cola, revisó
el talle... ¡perfecto!.
Luego se maquilló lentamente prestando atención a cada detalle.
Esa noche tenía que ser el centro de la reunión.
Resaltó en especial los ojos celestes y con un adecuado juego de sombras
disimuló la cara un poco regordeta y la nariz discretamente prominente.
No solo ser el centro
(pensó)
quería que la admiraran y la envidiaran.
Los labios con un color naranja chillón le daban el toque final de seducción.
Una buena dosis de perfume francés importado fue como la firma luego de la
obra.
Se miró el peinado sin encontrar motivo para reclamos.
¡Estaba
perfecta!. No existía nada en este mundo que le
hiciese sentir tan excitado, tan “pronto para todo”, como vestirse de mujer. |