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470 DISCURSO 2 |
Miércoles, 2 de abril de 2003 |
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San Agustín dijo que la esperanza tiene dos hermosas hijas: la ira y el coraje. La ira ante la
condición de las cosas, y el coraje para luchar para que la condición de las cosas fuera
la que debiera ser. Los actos perpetrados el 11 de setiembre de 2001 contra la humanidad, fueron actos de ira frente a cómo están las cosas. No fueron actos de coraje, sino horrendas atrocidades, actos de ira combinados con odio. Nuestra primera reacción debe ser el apoyo y la compasión para las víctimas, sus familias y sus amigos. Pero, además, debemos preguntarnos ¿qué condiciones llevaron a nuestros prójimos a desarrollar semejante ira y odio, que los llevó a cometer actos tan abominablemente inhumanos, y por qué fueron dirigidos contra esos objetivos en particular en Estados Unidos? Aunque ningún ser humano afectivo y decente tolerará actos de terror, debemos tratar de comprender la tan difícil pregunta: ¿Por qué?... por ejemplo, ¿cuál es el significado simbólico del Pentágono y del World Trade Center desde la perspectiva del mundo? Y ahí, debemos mirar en profundidad dentro de nuestra propia historia, nuestras propias políticas, nuestras propias actividades, nuestras propias imposiciones, y en nuestros propios corazones. Es doloroso, pero, seamos bien claros: la guerra contra el terrorismo ha comenzado, violentamente. Los dos símbolos más poderosos de la violencia militar y económica mundial, han sido atacados. Fueron actos cobardes e inconscientes, seguro, y, como en la mayor parte de los actos de terror, los que más sufren son los inocentes, los trabajadores, los que producen. Debemos lanzar una guerra contra el terrorismo, no-violenta. A. J. Muste, un pacifista dedicado, nos aconsejó que en un mundo basado en la violencia "debemos ser revolucionarios antes de ser pacifistas". Eso es, debemos trabajar para abolir las instituciones de la violencia, sin violencia. Sin embargo, no quepa la menor duda, el Pentágono ES el centro de la violencia militar y del terrorismo mundial. EE.UU. es el mayor exportador de implementos de muerte y destrucción. Seamos sinceros, hemos estado empeñados en la violencia como una manera de enfrentar los conflictos internacionales durante muchos, muchos años. Y una lista PARCIAL de nuestra dedicación a la violencia incluye: Corea =
millones de muertos. Recordemos las palabras de Bush padre durante la preparación de los ataques contra Irak: "no habrá negociaciones... lo que digamos es lo que vale." "No habrá negociaciones" simplemente significa que preferimos la violencia. "Lo que digamos es lo que vale" expresa la arrogancia, el chovinismo y la mística de invencibilidad que ha separado a EE.UU. del mundo. Ambos puntos de vista expresan la noción de que EE.UU. está por sobre la ley internacional y la Carta de la ONU, fuera de la familia de las naciones. ¿Es sorprendente que el profesor de Harvard, Samuel Huntington, haya dicho que, desde la perspectiva de la mayor parte del mundo, EE.UU. es considerado LA superpotencia canalla y visto como LA mayor amenaza externa contra nuestras sociedades? El mundo tiembla preguntándose cuándo atacaremos, y qué forma de violencia seguirá: misiles de crucero, helicópteros artillados, agentes químicos o biológicos, bombas atómicas, aviones F18, F22 o B52, campañas de fumigación, "Programas de Ajuste Estructural" del FMI y del Banco Mundial, o "Programas de Austeridad," o embargos, sanciones, desaparecidos, asesinatos, matanzas, torturas, absorción o extinción cultural, etc., etc., etc. La Biblia nos advierte que: "cosecharás lo que siembres". Hoy lamentablemente, hemos experimentado lo que hemos sembrado en gran parte del mundo. Hoy como país, hemos aprendido que hacer llover la muerte y la destrucción sobre otro país, crea un precio mucho más elevado que edificios destruidos y cadáveres. Hoy nuestra libertad ha sido atacada. Pensamos que poseíamos la libertad de imponer la violencia militar y económica donde nos diera la gana, impunemente. La libertad de la impunidad parece haber dejado de existir. El Tribunal Penal Internacional trató de sancionar a EE.UU. por nuestra dedicación a la violencia, pero la Administración Reagan argumentó que el Tribunal Penal Internacional no tenía jurisdicción sobre nuestras acciones. Sí, hemos sido, y somos un estado canalla, y, queridos compatriotas, ¡esto tiene que terminar! Hoy, queridos compatriotas, debemos formular un llamado a la humildad, una humildad que no disminuya de manera alguna la humanidad, una humildad que eleve el respeto por la dignidad de todos los pueblos, una humildad que nos permita celebrar toda la vida humana. Es tiempo que nos unamos al mundo, no como su mayor proveedor de violencia y destrucción, sino como un participante pacífico que trabajará por terminar con la violencia, terminar con el racismo, terminar con las diferencias entre las clases, terminar con el sexismo, en lugar de aumentarlos. El presupuesto propuesto para el Pentágono, el presupuesto de la "violencia", para el próximo año, es de 330 mil millones de dólares. Hoy estoy proponiendo una disminución inmediata de un 50 por ciento en estos gastos que impulsan la violencia, y llamando a una redistribución de esos fondos para ayudar a aliviar los problemas del hambre, de la pobreza y de la deficiencia sanitaria en todo el mundo. Es un llamado a extender nuestros brazos con amor, y un llamado a encontrar el coraje para luchar por crear un mundo más justo, pacífico, saludable y equitativo, un mundo en el que se celebre la creatividad humana en lugar de la capacidad humana de generar más violencia. Esta noche debemos apelar al mundo a que nos perdone NUESTROS pecados, nos perdone NUESTROS sórdidos y calamitosos actos de violencia, que hemos realizado sin pausa durante más de 50 años. Que esto sea el comienzo de nuestra reconciliación con el mundo. Ahora comprendemos, hasta cierto punto, el dolor, la miseria y los sufrimientos que hemos causado, la confusión que hemos perpetrado, el odio que hemos provocado, la destrucción que hemos impartido, las cicatrices físicas, emotivas, sicológicas y espirituales, y el daño desmesurado, que hemos creado y que gran parte del mundo ha sufrido por nuestra búsqueda rapaz y destructiva de la riqueza, del poder y de los privilegios, a expensas de las inquietudes y de las vidas humanas. Pedimos humildemente el perdón de toda la humanidad, y rogamos que ustedes nos ofrezcan su apoyo, su compasión, su comprensión, y su amor, en éste nuestro momento de sufrimiento, duelo y pérdida. No es el momento, y nunca llegará ese momento, en el que se deba buscar venganza, sino que es el momento de buscar el coraje de perdonar, de enfundar el poder de la ira y utilizarlo en actos de amor, y de descubrir el discernimiento que nos permita dirigir nuestra indignación hacia las instituciones del poder, la violencia y la codicia, muchas de las cuales, desgraciadamente, están centradas en EE.UU., y de que comencemos a transformarlas para aumentar nuestro amor por las víctimas de ese poder, esa violencia, y esa codicia, incluyendo a aquellos que han muerto y han sido heridos en los ataques contra el Pentágono y el World Trade Center. Cuando participé recientemente en la reunión del G8 en Génova, vi una pancarta en la calle que decía "Ustedes son 8, y nosotros 6 mil millones," y me impresionó profundamente. Hemos obedecido demasiado tiempo a los intereses de los pocos a costas de los muchos. Las desigualdades de la riqueza, del privilegio y del poder, se exacerban cada día. Hemos creado, protegido, endosado, y ahora impuesto al resto del mundo, un sistema económico, simbolizado por el World Trade Center, y protegido por el Pentágono, que debe producir y expandirse para lograr beneficios y sobrevivir, un sistema económico, que trata todo como una mercancía que debe ser explotada, sea el agua, los alimentos, el aire, la tierra, el resto del sistema ecológico, los animales, los peces, o nuestros prójimos, un sistema que pone los intereses de los beneficios corporativos por sobre los intereses humanos. Esto debe terminar. Nosotros, que representamos y servimos el poder, debiéramos haber escuchado antes. Que esta horrible tragedia sirva para despertarnos. Empecemos a transformar a este monstruo, antes de que sea demasiado tarde. Este acto de terror, infame y abominable, palidece en comparación con los crecientes terrores del renovado militarismo global del que somos la causa principal, del renovado calentamiento global del que somos la causa principal, y de la intensificación de la destrucción de la ecología, de la que somos la principal causa, y que pronto puede llevar a que gran parte del globo sea inhabitable para los seres humanos, y que aumentará con seguridad el sufrimiento, la miseria y la muerte. Si vamos a superar esos actos de terror, y, lo que es aún más importante, a prevenir futuros actos de terror contra la humanidad, debemos actuar sobre la base de un sentido de esperanza y de fe en que el futuro aún no ha terminado, que está ahí para ser creado; y, debemos ser impulsados por una ira sensata contra como están las cosas, ira contra el monstruo que hemos creado, ira que puede ser enarbolada en trascendentales actos de amor y por el coraje de luchar en cooperación, comprensión, apoyo y solidaridad con el resto de la humanidad, para crear un mundo en el que todos vivan felices. Hoy y en los días y semanas a venir, debemos encontrar el coraje, no sólo de abrirnos con amor y comprensión, sino encontrar el coraje de reflexionar honradamente sobre lo que NOSOTROS le hemos hecho al mundo, de manera que podamos comprender por qué las cosas son como son, y lo que podemos hacer y haremos para luchar para crear cosas que sean tal como deben ser un mundo de menos violencia y más paz; un mundo de menos arrogancia y más humildad; un mundo en el que no muera más gente de hambre cada dos años que los que murieron en ambas Guerras Mundiales combinadas, sino un mundo en el que toda la gente tenga acceso a los inmensos y nutritivos tesoros de la tierra; un mundo de menos enfermedad y más salud; un mundo de menos odio y más amor; un mundo de menos venganza y más comprensión; un mundo de menos codicia y más participación; un mundo de menos destrucción y más creatividad; un mundo de menos disparidad y más igualdad; un mundo de menos fundamentalismo y más progresivismo; un mundo de menos misticismo y más humanismo; un mundo de menos criminalidad y más justicia; un mundo de menos separatismo y de más solidaridad; un mundo en el que vivamos tanto una vida ilustrada como una vida dedicada; un mundo de menos militarismo y más arte; un mundo de menos vilipendio y de más celebración; un mundo en el que la vida valga la pena; un mundo en el que comprendamos bien la lección de Rousseau que dijo "los frutos de nuestro trabajo nos pertenecen; los frutos de la tierra pertenecen a todos; y el mundo mismo no le pertenece a nadie." Así que, para terminar, queridos compatriotas, apoyémonos mutuamente en nuestra búsqueda a través de la esperanza, y de la ira, y del coraje, para convertir el amor en nuestro objetivo durante este tiempo de crisis, y en el futuro. Y, recordemos y reflexionemos sobre las palabras indicadas en Corintios 13:1-3: "si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, .... Y si entendiera todos los misterios y toda ciencia... y no tengo amor, nada soy.... Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve." |
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DOUG MORRIS |