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427 OTRA DE VICEPRESIDENTES |
Martes, 4 de Febrero de 2003 |
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El destino quiso que Juan Domingo Perón fuera el único vicepresidente de la historia argentina elegido presidente. Sin embargo no íntegra la lista de los seis vicepresidentes constitucionales que fueron presidentes porque (al igual que su archienemigo Isaac Rojas) fue vicepresidente de facto. Ramón Castillo había sido derrocado el 4 de junio de 1943. Y, en medio de una insólita confusión de parte de los golpistas, asumió el general Arturo Rawson (partidario de la ruptura con Alemania y Japón) para apenas gobernar dos días. Lo reemplazó uno de los principales jefes de la "revolución", el general Pedro Pablo Ramírez. En esa época (se trataba del segundo golpe), los militares gustaban conservar el cargo de vicepresidente, cosa que no repitieron en las dictaduras de los años sesenta y setenta. Claro que entonces nadie presidía el Senado, el Congreso estaba cerrado. Ahora bien, aquella única vez que un vicepresidente de facto sucedió a
un presidente de facto no hubiera tenido mayor importancia de no haber sido porque ese
carril formal contribuyó al ascenso al poder del entonces coronel Juan
Domingo Perón. El general Edelmiro J. Farrell había
sido designado vicepresidente de Pedro P. Ramírez el 15 de
octubre de 1943, poco después de la muerte del vicealmirante Sabá
H. Sueyro, quien ocupaba el cargo. Pero en marzo de 1944 Ramírez
sería destituido por sus pares y obligado a renunciar no una vez, sino dos. Su primer
texto decía la verdad, que lo echaban, de modo que se le pidió que renunciara de manera
más cortés... y así redactó una pieza de antología: El ascenso de Farrell a presidente volvió a dejar vacante la vicepresidencia. En julio del 44, una asamblea de oficiales del Ejército eligió entonces, por seis votos, al coronel Perón, quien al momento era secretario de Trabajo y ministro de Guerra. Al año siguiente, en las visperas del histórico 17 de octubre, Perón renunció a los tres cargos. Y, en febrero del 46, al ganar por primera vez las elecciones, acompañado en la fórmula por Hortensio Quijano, se convirtió en el primero y único ex vicepresidente (de facto) elegido presidente. Mientras en Estados Unidos está estipulado que el candidato presidencial escoge a su compañero de fórmula (lo cual convierte al vice en un tácito subordinado), en la Argentina el partido suele tener fuerte peso en la decisión, que no sigue un método tradicional. Los radicales fueron los que más aplicaron criterios geográficos y de combinación de sectores partidarios para armar sus fórmulas. Así alistaron a Víctor Martínez, de Línea Córdoba, detrás del bonaerense de Renovación y Cambio, Raúl Alfonsín. Los líderes fuertes (tal el caso de Carlos Menem cuando escogió primero a Eduardo Duhalde y en la segunda presidencia a Carlos Ruckauf, aplican el modelo norteamericano, pero sin descuidar por eso el detalle de la procedencia geográfica. En 1945, el entonces Partido Laborista de Perón descartó a Domingo Mercante de la fórmula que lo unía a Perón para evitar una dupla militar: Hortensio Quijano, un abogado barrigón, salido del viejo radicalismo (que había sido ministro del Interior de Farrell), fue su compañero. Y en 1952, el tándem Perón-Quijano volvió a gobernar el país, luego de triunfar por 4,7 millones de votos contra 2,4 de la fórmula Ricardo Balbín-Arturo Frondizi. Pero, tras los comicios, cuando reunía la doble condición de vice en ejercicio y vicepresidente electo, Quijano murió. Su muerte, a los 68 años, se produjo poco antes de la de Evita, quien había hecho su renunciamiento histórico a la candidatura vicepresidencial para la cual la postuló la CGT. Sólo habría una fórmula Perón-Perón en el 73, pero con Isabel, la tercera esposa del general. Extraña revancha. Sin embargo, nunca la candidatura a vicepresidente fue tan importante como aquel día de 1951 en que cientos de miles de peronistas reunidos en la avenida 9 de Julio reclamaron ese "honor" para la entonces primera dama. Aunque no tenía cargo, en la práctica Evita era el segundo poder del Estado. Su negativa a la vicepresidencia, anunciada dos meses antes de las elecciones, derivó en una improvisada decisión de Perón: que fuera reelecto Quijano, cuya salud se hallaba en peor estado que la de Evita. Ironías del destino: cuando Perón prestó juramento ante la Asamblea Legislativa, en 1952, Evita ocupó el asiento que le hubiera correspondido a Quijano. O a ella misma, de haber prosperado su candidatura. |
De un artículo aparecido en Revista VIVA |