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415 • TESTIGO DE CARGO

Martes, 21 de Enero de 2003

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Slobodan Milosevic

En la gran película con Marlene Dietrich y Charles Laughton, el Testigo de Cargo, aparece ante el tribunal y da exactamente el testimonio contrario del que se esperaba. No se tiene idea del incidente si se leen nuestros medios (que pasaron por alto la noticia) pero lo mismo ocurrió recientemente en La Haya, en el juicio de crímenes de guerra más importante desde Nuremberg, el del antiguo Presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic. Uno de los principales testigos de la acusación dijo precisamente lo contrario de lo que se esperaba que dijera, dando lo que parecía ser un golpe fatal al caso de la acusación que ya se tambaleaba por varios garrafales errores cometidos anteriormente.

El testigo principal en cuestión era Rade Markovic, el antiguo jefe de los servicios secretos yugoslavos. Antes de que apareciera en el estrado, los medios lo habían aclamado universalmente como el conocedor que terminaría dando el testimonio definitivo de que Milosevic había ordenado personalmente la persecución de la población étnica albanesa de Kosovo. Es el solo tema utilizado por la OTAN para justificar sus ataques, por demás ilegales, contra Yugoslavia: sin Milosevic la justificación moral de la guerra de la OTAN en 1999 desaparece por completo.

La urgencia por oír el testimonio de Markovic era tanto mayor ya que el anterior "testigo principal" había sido bochornoso. Radomir Tanic se había presentado como otro "conocedor", y había pretendido que había estado realmente presente cuando Milosevic dio la orden para el genocidio. Confrontado con la repregunta, sin embargo, Tanic resultó ser un agente de los servicios secretos de varios países occidentales, y que estaba tan poco familiarizado con las altas esferas que nI siquiera podía decir en qué piso del palacio presidencial se encontraba la oficina de Milosevic.

La vergüenza por Tanic fue igualada sólo por la causada cuando un testigo albanés presentó una lista de nombres, afirmando que eran de albaneses que la policía serbia iba a ejecutar. Al examinarla más de cerca, resultó que la lista era una falsificación... los errores de ortografía eran tan numerosos que sólo podía haber sido escrita por un albanés.

Era la hora, por lo tanto, de Radomir Markovic, el jefe de la policía secreta que sabía más de lo que ocurría en Yugoslavia que ninguna otra persona. Pero, en un testimonio minuciosamente detallado que duró cerca de tres horas, informó al tribunal que Milosevic nunca había ordenado la expulsión de la población albanesa de Kosovo; que el antiguo presidente había dado repetidamente instrucciones a la policía y al ejército para que respetaran las leyes de la guerra, y que protegieran a la población civil, incluso si significaba que se ponía en peligro la batalla contra los terroristas albaneses; y que el éxodo masivo de albaneses durante los bombardeos de la OTAN no fue causado por las fuerzas serbias sino por el propio Ejército de Liberación de Kosovo, que necesitaba un flujo constante de refugiados a fin de mantener el apoyo de la opinión pública occidental para la campaña de la OTAN.

- ¿Recibió alguna vez algún tipo de informe -le preguntó Milosevic- u oyó alguna vez hablar de una orden, de expulsar a los albaneses de Kosovo?
- No, nunca oí algo semejante. Jamás nadie ordenó que se expulsara a los albaneses de Kosovo -replicó Markovic.
- ¿Recibió alguna información sobre algún plan, sugerencia o influencia de facto de que había que expulsar a los albaneses? -preguntó Milosevic.
- No, nunca escuché una sugerencia semejante, de que se expulsara a los albaneses de Kosovo.
- En las reuniones en las que participó, ¿es verdad que se dijo exactamente lo contrario, es decir que siempre insistimos en que había que proteger a los civiles, y que no debían ser afectados en el proceso de las operaciones antiterroristas?
- Por cierto -dijo el testigo- la tarea no era sólo la protección de los serbios, sino también de los civiles albaneses.
- ¿No es cierto que tratamos de persuadir a los refugiados de que se quedaran, y de que el ejército y la policía los protegerían? -preguntó el antiguo presidente.
- Sí, fue la instrucción que recibimos y fueron ésas las tareas.
- ¿Sabe que el Ejército de Liberación de Kosovo le dijo a la gente que se fuera, y que organizaran un éxodo?
- Sí
-dijo Markovic- estoy al tanto de ese hecho.

Los medios recibieron esa sorprendente evidencia con un silencio total. Por cierto, incluso dejaron de informar sobre la afirmación más extraordinaria de todas las hechas por Markovic, o sea que efectivamente había sido torturado por las nuevas autoridades pro-occidentales en Belgrado, para llevarlo a testimoniar contra Milosevic... Markovic declaró que el nuevo Ministro del Interior del gobierno respaldado por Occidente en Belgrado lo había llevado a comer y le había ofrecido que lo liberarían de la prisión, en la que había estado encarcelado durante más de un año, y le darían una nueva identidad en un país de su elección, si simplemente aceptaba testimoniar en La Haya contra su antiguo jefe. Ese procedimiento, como Slobodan Milosevic trató de señalar en su repregunta, es decir, hasta que el juez lo interrumpió, cae claramente bajo los términos de la definición de "tortura" de las Naciones Unidas el que alguien sea encarcelado para obligarlo a cooperar. Markovic también afirmó que los propios fiscales del Tribunal habían falsificado y adornado la declaración escrita que les había entregado.

Eran declaraciones sorprendentes. Con ellas, todo el caso de la acusación parecía derrumbarse. Pero más sorprendente aún fue la reacción del principal juez británico, Sir Richard May. Se supone que un juez sea un árbitro neutral entre la acusación y la defensa: May, al contrario, se ha distinguido durante todo el juicio por su beligerancia hacia Milosevic, que conduce su propia defensa, y en particular por su costumbre de interrumpir a Milosevic, incluso llegando a veces a cortarle el micrófono, cada vez que las repreguntas del antiguo líder yugoslavo mostraban las contradicciones de la evidencia de un testigo.

Mientras May escuchaba a Markovic, trataba desesperadamente de impedir que formulara esas acusaciones contra los fiscales y sus aliados en Belgrado. Cuando Markovic comenzó a describir su terrible experiencia a manos del nuevo gobierno yugoslavo, May le impuso silencio, diciendo a Milosevic:
- Esto no parece tener nada que ver con la evidencia que el testigo ha dado aquí. No vamos a litigar aquí sobre lo que le sucedió (es decir a Markovic) en Yugoslavia cuando fue arrestado.
Y cuando Milosevic insistió en que los propios investigadores del Tribunal habían falsificado la evidencia escrita de Markovic, May lo interrumpió con aspereza diciendo:
- Ése no es un comentario apropiado de su parte.
Según el juez May, por lo tanto, es irrelevante si la acusación está mintiendo, y si es cómplice de torturas.

El juez Richard May no es un extraño en la actividad política, igual que el fiscal, Geoffrey Nice, es un dedicado socialista: fue candidato del Partido Laborista por Finchley en la elección general en 1979, donde su oponente conservador no fue otra que Margaret Thatcher. Como juez en el Circuito de los Midlands en los años 80, fue su tema de conversación en quién sabe cuantas oportunidades, causando la admiración de sus colegas de izquierda. Pero incluso esta oportuna admisión de parcialidad política no podía preparar a nadie para la forma en la que reaccionó ante las sorprendentes afirmaciones de Markovic.

Y la cosa se pone peor. Parece que ahora las prioridades del Tribunal están tan deformadas que consideran el "crimen político" de Milosevic de resistir a la OTAN como peor que los crímenes de tortura física de gente hasta la muerte. El 31 de julio, el Tribunal ordenó la liberación de un hombre llamado Milojica Kos. Kos había servido cuatro años de una sentencia de seis años por asesinato, tortura y persecución como guardia en el notorio campo Omarka en Bosnia, que fue comparado en su época con un campo de concentración nazi. Pero el presidente del Tribunal, Claude Jorda, dijo que Kos debía ser liberado antes de cumplir su condena por
- ...su deseo de integrase a la sociedad, su determinación de no volver a cometer una ofensa, su conducta irreprochable durante la detención, sus sentimientos hacia su familia, y la posibilidad de volver a ejercer una profesión.
No se mostró una tolerancia semejante hacia Milosevic.

Estos eventos han suministrado una prueba espectacular de lo que los críticos siempre han dicho: que el Tribunal Penal Internacional es una corte irregular y arbitraria en manos de Occidente. Pero la manipulación política puede funcionar en ambas direcciones. Tony Blair ha sido un vigoroso partidario de un clon del tribunal yugoslavo, la nueva Corte Penal Internacional. ¿Por qué no iba a ser igual de politizada la nueva corte como la actual? Numerosos países anti-occidentales, como Irán, Sudán y Zimbabwe, han firmado el nuevo tratado de la CPI. Si decidieran procesar a Tony Blair por atacar a Irak, digamos, no hay gran cosa que pueda detenerlos –especialmente ya que la CPI define "agresión" como un crimen de guerra. Mr. Blair haría bien, por lo tanto, cuando haga su próximo viaje al extranjero, de empaquetar su cepillo de dientes

JOHN LAUGHLAND (27-AGO-2002 • antiwar.com)
The Mail of Sunday - Traducción de Germán Leyes
Colaboración E. Demitrio