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Viernes, 3 de Enero de 2003 |
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- Las aventuras de Mort Cinder se inician siempre con un objeto que aparece en la tienda de Ezra Wilson, el anticuario. Siempre me han fascinado los objetos viejos, no por su estética sino por las historias que encierran: todo objeto está impregnado de vida pasada. Me atraen los recuerdos, aunque no sean míos ni de nadie. Mort Cinder es la muerte que no termina de serlo. Un héroe que muere y resucita. En Mort Cinder hay angustia, tortura. Respondía quizá a un particular momento mío, pero mucho de ese clima lo determinó Breccia, más torturado que yo. El dibujo de Alberto Breccia tiene una cuarta dimensión de sugestión que lo aparta de los demás dibujos que conozco: esta sugestión inacabable lo valoriza y suscita ideas en el guionista. Este testimonio de Héctor Germán Oesterheld quizá sea el más apropiado para ingresar en una de las principales obras de la historieta. Para eso hizo falta el talento enorme de un guionista y un dibujante, y un momento creativo que jamás volvería a repetirse. A fines de la década del 40 el mercado para las revistas de humor e historietas era muy amplio, al mayor poder adquisitivo que había adquirido la clase trabajadora con el peronismo. En esa época Cesare Civita creó la Editorial Abril, que en pocos años revolucionaría todos los kioscos. En 1947 Abril editó Salgari, en 1950 Cinemisterio y Misterix, y en 1954 Rayo Rojo. Allí dibujaron, entre otros, Dino Battaglia, Paul Campani y Hugo Pratt. Diez años después, en 1961, la realidad de ese mercado era otra y Abril decidió desprenderse de las revistas de historieta que habían durado hasta ese momento. Editorial Yago compró a fines de ese año Misterix y Rayo Rojo. Las publicaciones continuaban siendo semanales
pero los editores no encontraban la fórmula para sacarlas adelante. Esto generó una
especie de caos muy positivo porque había mucha libertad de acción para dibujantes y
guionistas. Es en medio de este clima, que el 20 de julio de 1962 Héctor
Oesterheld y Alberto Breccia publicaron por primera
vez Mort Cinder en Misterix. Hasta tal punto Mort Cinder fue cumbre y cisma a la vez, que luego de su finalización (en 1964, esta historieta revolucionaria sólo se publicó semanalmente durante dos años) Alberto Breccia tuvo dos años de inactividad por motivos de salud. Este mismo efecto lo sufrió la propia revista Misterix que en 1964 (luego del fin de Mort Cinder) pasó a ser mensual. La revista siguió de esta manera hasta su cierre, en 1967. En ese sentido se podría afirmar que la historieta adulta nació en la Argentina al mismo tiempo que comenzó el derrumbe editorial. La aventura en sí misma perdió sentido y los autores comenzaron otras búsquedas. En seguida comenzó a hablarse de historieta de autor, de noveno arte y comenzaron a hacerse moneda corriente en el género algunas discusiones que hasta ese momento eran típicas en el cine. Sin embargo, Mort Cinder no puede ser definida como una típica historieta de autor, donde prevalecen las obsesiones personales por sobre el hecho de contar una historia. Si se pudiera comparar con la literatura, sin duda la obra de Breccia y Oesterheld podría compararse con la de Jorge Luis Borges. Con este texto, Oesterheld terminó con la narración clásica de historietas y fundó el género adulto, todo al mismo tiempo. Si en El Eternauta la cotidianeidad se ve vulnerada por una presencia extraña, en Mort Cinder es la propia cotidianeidad la que se traiciona a sí misma. Se trata de una rutina que tiene tantas sombras, tantos lugares dudosos que, en definitiva, no existe. Y de allí es que surge el relato. |
PABLO
MARCHETTI |