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Todo lo que usted quiera, si
señor, pero son las palabras las que cantan. las que suben y bajan...
Me prosterno ante ellas... Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las
derrito...
Amo tanto las palabras... Las inesperadas... Las que glotonamente se esperan, se
escuchan, hasta que de pronto caen...
Vocablos amados... Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces,
son espuma, hilo, metal, rocío...
Persigo algunas palabras... Son tan hermosas
que las quiero poner todas en mi poema...
Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me
preparo frente al plato. Las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales,
aceitosas. como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas...
Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las
emperejilo, las liberto...
Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como
carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola...
Todo está en la palabra...
Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra
se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció...
Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue
agregando de tanto rodar por el rio, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces...
Son antiquísimas y recientísimas... Viven en el féretro escondido y en la flor
apenas comenzada... |