ANTERIOR | EL CUENTOMETRO DE MORT CINDER |
SIGUIENTE |
310 • EL ROSTRO DE NUESTRO HOGAR |
Viernes, 20 de septiembre de 2002 |
Al índice |
Pocas son las personas que saben como
conducirse delante de una puerta. Uno de los defectos que existen en nuestro medio
relacionado con ellas consiste en entornarlas cuando llaman desde la calle, como si con
esta inútil precaución pudiéramos evitar que un enemigo o una persona que no queremos
ver se coloque dentro de nuestro hogar. Cuando se contesta una llamada a la puerta no es correcto mirar por la rendija para ver a través de los visillos, porque quien llama se puede percatar de nuestra conducta. Las precauciones deben tomarse en forma muy discreta, o se abre por completo la puerta o no se abre. Rara es la persona que, después de haber metido la llave en la cerradura y abierto la puerta de su casa, no se aparta para dejar el paso franco a quienes le acompañan, especialmente con personas con las que no se tiene confianza. Eso no es lo debido. El dueño o dueña están en la obligación de mostrar el camino, para evitar a los invitados el desagradable espectáculo de verse parados en mitad de la casa, como alelados, porque la desconocen o porque ignoran hacia donde pretende conducirlos el anfitrión. ¿Tiene el hombre más obligación que la esposa, de acudir a abrir la puerta de la casa?. Sí, por dos razones: a la mujer le corresponde la tarea de atender a los invitados, y es más conveniente y galante que el hombre reciba a quienes van llegando. Nunca los niños. Los padres deben llamar siempre a las puertas del cuarto de sus hijos. Si entran sin ceremonia lo más natural es que reciban el mismo trato. Resulta ridículo despedirse apresuradamente en un lugar donde se ha estado de visita tratando de llegar cuanto antes a la puerta como si estuviera apurado por marcharse. Cuando se trata de despedir una visita o una familia, los dueños de la casa tienen la obligación de acompañarlos hasta la puerta de la calle. No debemos pararnos en el umbral para hablar con alguien, especialmente cuando otras personas van a entrar o salir. En la puertas de los Teatros o Cines, la mujer debe apartarse a un lado para que el hombre entregue las entradas. Cuando van a ocupar asientos numerados, el hombre debe ir detrás de la mujer. Cuando no son numerados, la compañera va precedida del hombre en el pasillo. Cuando una joven regresa del Teatro o Fiesta acompañada de alguien con quien salió, lo correcto es invitar a su acompañante a que entre en su casa para despedirse. Si deseamos que nos tengan por personas educadas, no debemos jamás exhibir las puertas con raspaduras o manchas. La puerta es el rostro de nuestra vivienda. La vida actual y rápida es posible que nos haga olvidar en muchas ocasiones las reglas sociales y, aunque usted no lo crea, siempre hay quien espera de nosotros un correcto comportamiento que hable del respeto a la convivencia social. |
|
LUIS
GRAU |