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275 • LOS INVISIBLES |
Lunes, 5 de agosto de 2002 |
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No sólo en la Argentina, no sólo en América
latina, el sistema está ciego. ¿Qué son las personas de carne y hueso?
Ahora los invisibles han ocupado, cosa rara, el centro de la
escena. Son los que se niegan a seguir comiendo promesas; los que han sido despojados de
sus salarios y de sus jubilaciones; los que han sido desvalijados de sus ahorros de toda
la vida; los jóvenes que se sienten traicionados por el país que heredan. De la Rúa había dicho, en su discurso, palabra más,
palabra menos: la realidad no existe, la gente no existe. La
democracia somos nosotros, le respondió la gente, y nosotros estamos hartos. ¿O acaso la
democracia consiste solamente en el derecho de votar cada cuatro años? ¿Derecho de
elección o derecho de traición? En la Argentina, como en tantos otros países, la gente
vota, pero no elige. Vota por uno, gobierna otro: gobierna el clon. El clon hace, desde el
gobierno, todo lo contrario de lo que el candidato había prometido durante la campaña
electoral. Según la célebre definición de Oscar Wilde, cínico es
el que conoce el precio de todo y el valor de nada. El cinismo se disfraza de
realismo y así se desprestigia la democracia. Una de esas encuestas, publicada por la revista The Economist, reveló la caída vertical de la fe de la opinión pública en la democracia, en casi todos los países latinoamericanos: hace medio año, sólo creían en ella seis de cada diez argentinos, bolivianos, venezolanos, peruanos y hondureños, menos de la mitad de los mexicanos, los nicaragüenses y los chilenos, no más que un tercio de los colombianos, los guatemaltecos, los panameños y los paraguayos, menos de un tercio de los brasileños y apenas uno de cada cuatro salvadoreños. Triste panorama, caldo gordo para los demagogos y los mesías de uniforme: mucha gente, y sobre todo mucha gente joven, siente que el verdadero domicilio de los políticos está en la cueva de Alí Babá y los cuarenta ladrones. Un recuerdo de infancia del narrador Héctor Tizón: en la
Avenida de Mayo, en Buenos Aires, su papá le señaló a un señor que en la vereda, ante
una mesita, vendía pomadas y cepillos para lustrar zapatos: Quizá nunca América latina había sufrido un saqueo político comparable con el de la década pasada. Con la complicidad y el amparo del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, siempre exigentes de austeridad y transparencia, varios gobernantes robaron hasta las herraduras de los caballos al galope. En los años de las privatizaciones, rifaron todo, hasta las baldosas de las veredas y los leones de los zoológicos, y todo lo evaporaron. Los países fueron entregados para pagar la deuda externa, según mandaban los que de veras mandan, pero la deuda, misteriosamente, se multiplicó entre los dedos ágiles de Carlos Menem y muchos de sus colegas. Y los ciudadanos, los invisibles, se han quedado sin países, con una inmensa deuda que pagar, platos rotos de esa fiesta ajena, y con gobiernos que no gobiernan, porque están gobernados desde afuera. Los gobiernos piden permiso, hacen sus deberes y rinden examen: no ante los ciudadanos que los votan, sino ante los banqueros que los vetan. Ahora que estamos todos en plena guerra contra el terrorismo internacional, esta duda no está demás: ¿qué hacemos con el terrorismo del mercado, que está castigando a la inmensa mayoría de la humanidad? ¿O no son terroristas los métodos de los altos organismos internacionales, que en escala planetaria dirigen las finanzas, el comercio y todo lo demás? ¿Acaso no practican la extorsión y el crimen, aunque maten por asfixia y hambre y no por bomba? ¿No están haciendo saltar en pedazos los derechos de los trabajadores? ¿No están asesinando la soberanía nacional, la industria nacional, la cultura nacional? La Argentina era la alumna más cumplida del Fondo Monetario, del Banco Mundial y de la Organización Mundial del Comercio. Así le fue. Damas y caballeros: los primeros son los banqueros. Y donde manda capitán, no manda marinero. Palabras más, palabras menos, éste fue el primer mensaje que el presidente George W. Bush envió al presidente Rodríguez Saá. Desde la ciudad de Washington, capital de los Estados Unidos y no sólo de los Estados Unidos, Bush indicó que la Argentina debe proteger a sus acreedores y al Fondo Monetario Internacional y llevar adelante una política de más austeridad. Mientras tanto, en Buenos Aires, el nuevo Presidente
provisional metió la pata en su primera respuesta a la prensa. Un periodista le preguntó
qué iba a priorizar, la deuda o la gente, y él contestó: La
deuda. Don Sigmund Freud sonrió desde su tumba, pero Rodríguez Saá
corrigió de inmediato su respuesta. Y poco después, anunció que suspenderá los pagos
de la deuda y destinará ese dinero a crear fuentes de trabajo para las legiones de
desocupados. Hace cosa de un siglo, don José Batlle y Ordóñez,
presidente del Uruguay, estaba presenciando un partido de fútbol. Y comentó: |
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EDUARDO
GALEANO |