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La imagen es al
menos inusual. Uno imagina encontrar al futurólogo más famoso del mundo, sentado frente
a una computadora, comunicándose al más allá vía módem, satélite o quién sabe qué
artilugios virtuales que yacen detrás de la pantalla. Pero no. En realidad, se encuentra
en plena guerra con una radio digital que rehusa apagarse.
- No sé qué le pasa
-explica a la entrevistadora- apretando este botón tendría que
apagarse, ¿no? bueno, en fin, vamos a desconectarla.
Y así, con simplicidad de entresaca y una sonrisa casi tan transparente como sus ojos, se
acomoda en un rincón del sillón para empezar la charla.
En 1980 Alvin Toffler publicó
un best-seller y le puso nombre al futuro. El vaticinio del libro era igual a su titulo.
Una Tercera Ola había llegado para transformar el mundo y
servir de corolario a las primeras dos: la inaugurada por la agricultura y la que desató
la Revolución Industrial. Este tercer periodo, iniciado con la Segunda Guerra Mundial,
equivalía al reinado de la información y la alta tecnología. Ya entonces Toffler
predecía mucho de lo que hoy es cotidiano: la omnipresencia de la Internet, la
computadora personal, y el valor agregado que iría cobrando la individualidad. Como
corresponde a un hombre de su oficio, hoy la Tercera Ola (que aún no termina de instalarse en muchos países del mundo) le queda
chica. Su mira está puesta en un porvenir no muy lejano, pero sí tan distinto que
resulta casi indescriptible en términos actuales. Lo más parecido sería una cruza
ingeniosa de las más ambiciosas proyecciones de la ciencia-ficción de todos los tiempos.
Y se llama la Cuarta Ola.
- ¿En qué
consistirá la Cuarta Ola?
- Yo vengo trabajando con una
idea: la Cuarta Ola se inicia con la convergencia completa de la información, la
tecnología y la revolución genética. Sin embargo, mi esposa Heidi (mi socia, compañera
de trabajo y mi amor) lo ve desde otra óptica, y confieso que me estoy inclinando cada
vez más hacia su visión. Ella cree que la Cuarta Ola comenzará cuando esta
transformación de la tecnología se vuelque a la conquista del espacio. Falta bastante
para que esto ocurra, pero no tanto como la gente cree. Y cuando llegue, los interrogantes
que planteará serán de una magnitud inimaginable, van a dividir a la humanidad.
Imagínese, si ya nos enojamos tanto unos con otros con un tema como el aborto, cómo nos
pondremos cuando haya que definir qué es la vida, qué es un ser humano.
- Ray Bradbury no
cree posible que en algún momento contactemos vida inteligente en otras galaxias, ¿usted
qué opina?
- Todo depende de cómo definamos
inteligencia. Por supuesto, no estamos hablando de hombrecillos verdes o algo por el
estilo, sino de la vida en formas y manifestaciones que hoy ni siquiera imaginamos. Nadie
puede predecir cuándo ocurrirá esto, pero es el próximo paso lógico. Además, yo
siempre descreo de la palabra "nunca". Tanto como de la palabra
"siempre". Hay un pasaje brillante en el prólogo a Perfiles del futuro, del
escritor de ciencia-ficción Arthur Clarke, donde se cita a todos los científicos que a
través de la historia dijeron "X nunca va a ocurrir". Y en todos los casos,
ocurrió. La palabra "nunca" es engañosa en el ámbito científico,
especialmente hoy.
- Uno podría preguntarse por el sentido de
salir a colonizar el espacio, cuando problemas graves persisten en la Tierra.
- Sin embargo, yo creo que las
oportunidades de aplicación práctica de la exploración espacial serán enormes,
especialmente combinadas con la amplitud y profundidad del conocimiento científico que
tendremos cuando esta etapa comience. Hoy ya tenemos algunas aplicaciones derivadas de la
exploración espacial que muchos no conocen, como el teflón y algunos aparatos para
discapacitados, pero aun no hay nada realmente revolucionario. Para vislumbrar por dónde
vendrá el cambio, hay que mirar a la convergencia de distintas tecnologías. Estas
combinaciones abren posibilidades que no se imaginan en el inicio. La mayoría de las
veces, nos marcamos un objetivo, pero los cambios revolucionarios llegan como consecuencia
inesperada de esa búsqueda inicial.
- ¿Qué opina
acerca de la donación? ¿Existe algún motivo éticamente válido para donar a una
persona?
- Es un tema muy complejo, y debemos ser
cautelosos. Hay grandes posibilidades de que tecnología de este tipo caiga en manos de
ideólogos del estilo de los nazis. Por un lado, sabemos que el aporte de la biogenética
puede ser invalorable, por ejemplo en el área de la agricultura. Pero no se puede negar
el lado oscuro: con alrededor de 200 gobiernos en el mundo, de los cuales muchos induyen paranoicos,
lunáticos y demás, no podemos dejar de pensar en algunos destinos perversos para estos
desarrollos. Todavía estamos a décadas de poder crear humanos con determinadas
características pre-especificadas, pero sin duda eso también llegará.
- ¿Qué va a pasar
con el trabajo en el futuro?
- Hay quienes hablan de que el
mundo se va a dividir entre los ricos en información, y los pobres. Esa teoría no me
cierra. Siempre vamos a necesitar gente que cuide a los enfermos, que cuide a los viejos.
Especialmente con una población que envejece. La pregunta es: ¿cómo se hace para
jerarquizar y revalorizar estos trabajos? Vaciar una pelela en un hospital, o limpiar una
casa, no te gana mucho respeto. Si pudiéramos modificar esta concepción...
- ¿No serán
desplazados estos trabajadores por los robots para tareas domésticas?
- Mi esposa suele decir en broma
que se pasó la vida esperando que lleguen estos robots, y me pregunta a mí ¿dónde
están? Bueno, en realidad ya existen, pero todavía son demasiado caros.
- ¿Cómo cree que
cambiará la naturaleza humana con la posibilidad de manipular las emociones a voluntad?
- Bueno, eso ya lo pueden hacer
los psicofármacos. De ahí la popularidad del Prozac. Definitivamente vamos a ir
refinando cada vez más esta habilidad. En algún momento del futuro lograremos enviar un
impulso eléctrico, o de otra naturaleza, al cerebro, sin pasar por el oído. Y también
creamos imágenes visuales, sin pasar por el ojo. ¿Si es positivo? Sin duda habrá quien
lo use para explotar las mentes de otros, pero también puede tener enormes ventajas
médicas.
- ¿Alguna vez
ganaremos la guerra contra las enfermedades? ¿Y cuánto más lejos podemos empujar a la
muerte?
- Siempre va a haber nuevas enfermedades. La
guerra contra la enfermedad es constante, y se lucha a niveles cada vez más altos, con
armas de más largo alcance. De todos modos, los gerontólogos estiman que, gracias a las
armas genéticas con las que contamos, y lo que sabemos de nutrición y estilo de vida, no
es exagerada una expectativa de vida de 120 a 150 años para el próximo
siglo.
- Si vamos a vivir
tantos años, y encima tendremos más tiempo libre, ¿en qué vamos a invertir ese ocio?
- Es que en una sociedad basada en
la información, nuestra concepción de lo que es trabajo y lo que es ocio va a cambiar.
Lo que yo estoy haciendo ahora, por ejemplo, ¿es trabajo o es placer? Desde cierto punto
de vista es trabajo, pero también es un placer. La línea se vuelve borrosa cuando el
trabajo se basa en la información. Y esto se incrementará aún más porque vamos a
trabajar desde casa, cerca de nuestras familias. Creo que a través de Internet, se le
devolverán a la familia muchas de sus funciones: desde la casa se trabajará, se
educará, se atenderán problemas de salud. Pero claro, que nadie espere el retomo de
algún antiguo modelo de familia. Al contrario, habrá una aceptación social cada vez
mayor de la diversidad de familias que hoy coexisten.
- Habrá visto el
estudio publicado hace poco que dice que el uso excesivo de Internet está deprimiendo a
las personas...
- A mí lo que me deprime es ese estudio.
Realmente, sus conclusiones son poco serias. No se nos dijo nada sobre los sujetos de ese
estudio: qué crisis familiares tenían, qué piensan, qué comen... Pero cada uno decide
cómo divide su tiempo. Todo es válido. Lo que sí es peligroso es la manera en que la
Internet se ha convertido en un nuevo criterio de verdad: ¿estuvo o no estuvo en
Internet? Esa es la vara de medición. En realidad, es uno de los medios más fáciles
para mentir que hay. Hace poco circuló en Estados Unidos una caricatura que hizo reír a
muchos, porque lo que muestra es exactamente lo que está ocurriendo: dos dálmatas miran
una pantalla de computadora, y uno le dice al otro, con mirada socarrona, "¿Sabés?
En Internet nadie sabe que somos perros...". |