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Jueves, 16 de mayo de 2002 |
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Desde que a las insignias las
llaman pins, a los maricones gays, a las comidas
frías lunchs y a los repartos de cine castings,
Argentina no es la misma. Ahora es mucho más moderna; durante muchos años, los
argentinos estuvimos hablando en prosa sin enterarnos. Y lo que todavía es peor, sin
darnos cuenta siquiera de lo atrasados que estábamos. Los chicos leían revistas en vez de comics,
los jóvenes hacían asaltos en vez de parties, los
estudiantes pegaban posters creyendo que eran carteles, los empresarios
hacían negocios en vez de business y los obreros, tan ordinarios ellos, a mediodía sacaban
la fiambrera en lugar del tupper. Yo en la primaria, hice aerobics muchas veces, pero en mi ignorancia, creía que hacía gimnasia. Afortunadamente, todo esto hoy cambió; Argentina es un país moderno y a los argentinos se nos nota el cambio exclusivamente cuando hablamos, lo cual es muy importante. Cuando estudiábamos con todo para dar un parcial en la facultad, decíamos: estoy hasta las bolas o hasta las manos, cuando en realidad, no nos dábamos cuenta que estábamos a full, que queda mucho más paquete y es un wording mucho más simple ¿viste?. Cuando decidíamos parar un poco para comer o tomar algo, decíamos: la cortamos y vamos al bar a comer unos patys; éramos tan ignorantes que no nos dábamos cuenta que en realidad estábamos haciendo un break; y ahora somos más piolas: vamos a Mc Donald a comer unos burgers. No es lo mismo decir bacon que tocino, aunque tengan la misma grasa, ni vestíbulo que hall, ni jugar al polo con ventaja que con handicap. Las cosas, en otro idioma, mejoran mucho y tienen mayor presencia. Desde que Nueva York es la capital del mundo, nadie es realmente moderno mientras no diga en inglés un mínimo de cien palabras. Desde ese punto de vista, los argentinos estamos ya completamente modernizados. Ya no tenemos centros comerciales: ahora son todos shoppings. Es más, creo que hoy en el mundo no hay nadie que nos iguale. Porque, mientras en otros países sólo toman del inglés las palabras que no tienen porque sus idiomas son pobres, o porque tienen lenguajes de reciente creación, como el de la Economía o la Informática, nosotros, más generosos, hemos ido más allá: adoptamos incluso las que no nos hacían falta, lo que demuestra nuestra apertura y nuestra capacidad para superarnos. Tomando otros ejemplos, ya no decimos facturas, sino cookies, que queda mucho más fino, ni tenemos sentimientos sino feelings, que son mucho más profundos. Y de la misma manera, sacamos tickets, compramos compacts, usamos kleenex, comemos sandwichs, vamos al pub, hacemos footing (nada de andar caminando así nomás) y los domingos, cuando vamos al campo (que los más modernos llaman country) en lugar de acampar como hasta ahora, hacemos camping. Y todo ello, con la mayor naturalidad y sin darle apenas importancia. Los carteles que anuncian rebajas, dicen Sale 20 % Off, y cuando logramos meternos detrás de algún escenario hacemos backstage.Obviamente, esos cambios de lenguaje han influido en nuestras costumbres, han cambiado nuestro aspecto, que ahora es mucho más moderno y elegante, es decir más fashion. Los argentinos ya no usamos calzoncillos, sino slips o boxers y después de afeitarnos, usamos after shave, que deja la cara mucho más suave y fresca que la loción berreta que usaba mi abuelo. Tampoco viajamos más en colectivo sino en bus; ya no corremos: hacemos jogging; ya no estudiamos, hacemos masters; no estacionamos, utilizamos el parking. En la oficina, el jefe ya no es el jefe, es el boss y
está siempre en meetings con las public
relacions o va a hacer business junto con su secretaria, o mejor, assistant. En TV nadie hace entrevistas ni presenta como antes. Ahora hacen interviews y presentan magazines, en lugar de los programas de revistas que dan mucha más presencia, aunque parezcan siempre los mismos. Si el presentador dice mucho OK y se mueve todo el tiempo, al magazine se lo llama show, que es distinto que un espectáculo. Y si éste es un show porno, es decir tiene carne, se lo adjetiva reality para quitarle la cosa podrida que tiene en castellano. En las tandas, por supuesto, ya no nos ponen anuncios, sino spots que, aparte de ser mejores, nos permiten cambiar de canal o mejor, hacer zapping. El mercadeo ahora es el marketing; las franquicias comerciales franchising; el mercadismo merchandising, el autoservicio self-service; el escalafón ranking; la carne steak; el representante manager y el reparto a domicilio, delivery. Ya no hay cuentapropistas sino entrepreneurs y el viejo y querido margen de venta se lo llama mark up. Y desde hace algún tiempo, los importantes son vips, los auriculares walk-man; los puestos de venta stands; los ejecutivos yuppies; las niñeras baby-sitters y los derechos de autor royalties. Y por supuesto ya no pedimos perdón: decimos sorry y cuando vamos al cine no comemos pochoclo, sino pop-corn que es más rico. Para ser ricos del todo y quitarnos el complejo de país
tercermundista que tuvimos algún tiempo y que tanto nos avergonzó, sólo nos queda
decir siesta con acento americano, que es la única palabra que
el español ha exportado al mundo, lo que dice mucho a favor nuestro. |
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DP |