Se puede ir de
Seúl al extremo sudeste de
Corea del Sur en menos de tres horas, gracias
a un flamante tren bala apoyado por la inversión pública. El gobierno de
Corea del Sur hizo de la tecnología de la
información una prioridad nacional, en su rumbo a transformarse en el
líder mundial de accesos de banda ancha. La inversión estatal en
investigación y desarrollo en campos como la
biotecnología y la nanotecnología
recibió un brusco incremento. Corea del Sur
no está satisfecha con su 11º puesto en el ránking mundial de las
economías. Quiere ser el principal nudo económico del Nordeste asiático, y
pretende competir cabeza a cabeza con China y Japón.
El modelo asiático de desarrollo económico, que durante la crisis
financieras de hace casi una década pareció colapsar, está vivito y
coleando. Los surcoreanos conocen un secreto que los entusiastas del
dejar hacer ni siquiera pueden meterse en la
cabeza: el gobierno puede cumplir un papel esencial
en la promoción del desarrollo económico, y debe hacerlo...
No espere de las sociedades anónimas que se hagan cargo de semejante
responsabilidad, porque la ganancia corto-placista les nubla la mirada.
Solo la inversión pública en infraestructura (ferrocarriles, sistemas de
comunicaciones, institutos de investigación, colegios, universidades)
produce un crecimiento equitativo y sustentable.
El enfoque surcoreano está lejos de la perfección. Sigue plagado de
colusión enfermiza entre el gobierno y el empresariado, y el mundo
exterior siguió ejerciendo gran presión sobre Corea
del Sur (los EEUU, la
OMC) para que abriera su economía. Pero lo
que le permitió a la economía surcoreana elevarse del nivel de
Uganda a principios de los 60, a su actual
posición mundial es tan sensato hoy como lo era entonces.
Comparemos ahora el enfoque surcoreano con el de los
EEUU. Vivo en Washington, DC. Aquí,
las escaleras mecánicas del subte suelen estar descompuestas, así que los
pasajeros se ven forzados a subir o bajar a pie largos tramos de
escaleras. Las escuelas públicas están superpobladas y son peligrosas. La
atención médica para los que no tienen seguro de salud es terrible, o
terriblemente cara. En los barrios más pobres, hay casas abandonadas,
calles en demolición y demasiadas armas. Las tasas de asesinato y
mortalidad infantil son espeluznantemente altas. La capital de los
EEUU es una vidriera en muchos sentidos:
monumentos y museos de nivel mundial, impresionantes edificios
gubernamentales, vastos jardines y barrios riquísimos como
Georgetown, el pedacito de ciudad que ve el
turista. Cuando se la mira en conjunto, la situación de
Washington DC revela un sucio secreto
de EEUU. Pese a proclamarse la única
superpotencia mundial, los EEUU tienen un
Talón de Aquiles: la infraestructura
que se está derrumbando.
En 2005, la Sociedad Estadounidense de Ingenieros
Civiles otorgó a la infraestructura de los
EEUU una lamentable calificación de D, porque un tercio de los
caminos están en grave estado de mantenimiento y un tercio de todos los
puentes tiene deficiencias de estructura. Comparado con los trenes de alta
velocidad de Corea, los trenes de pasajeros
de EEUU se están cayendo a pedazos y siempre
al borde de la bancarrota. Nadie que quiera llegar a tiempo a ninguna
parte toma el tren.
Y mire la educación. Corea del Sur,
junto a Japón y
Finlandia, se ubicó al tope de los últimos ránkings de la
OECD en alfabetización para la lectura, la
matemática y la ciencia. En los mismos tests, los estudiantes
norteamericanos se amontonaron en la medianía del conjunto. Los
EEUU gastan más en educación que la mayor
parte de los países del mundo; pero se encuentran con un sistema educativo
polarizado donde colegios de altísima gama atraen estudiantes del mundo
entero y escuelas públicas sin recursos suficientes atienden a los pobres
y a los inmigrantes recientes. El sistema educativo norteamericano está
repleto de desigualdades salvajes. Dicho de otro modo, no solo importa
saber cuánto se invierte, sino cuán equitativamente y con qué calidad se
invierte.
EEUU tiene un largo orgullo por sus avances tecnológicos: la computadora
personal, la internet, la biotecnología. Pero incluso en este aspecto
deberían preocuparse. Mientras que países como Corea del Sur invierten
grandes sumas en tecnología de la información para que todos sus
ciudadanos accedan a la Red, los EEUU se están quedando atrás, tanto en
investigación y desarrollo como en la distribución de los beneficios a la
masa de la población. El Pentágono monopoliza la mitad de la inversión
estatal y se ha pronosticado que alrededor de 2009 la parte civil
habrá declinado otro 10%.
No es entonces una sorpresa que la industria haya desaparecido,
virtualmente, de la economía estadounidense: cayó del 23% en la década de
los 80 al 12,7% de hoy. Sin inversión pública en transporte,
comunicaciones e investigación, la industria encoge.
Los estadounidenses adinerados pueden hacer de cuenta que no viven en
estos EEUU en derrumbe. No usan el transporte público. No envían a sus
chicos a escuelas públicas. Viven en barrios seguros, ponen alarmas en
autos y casas, y pagan por atención a la salud de la máxima calidad. Sus
empleos no se trasladan a China.
Pero ni siquiera ellos podrán seguir ignorando el
Talón de Aquiles de la
infraestructura por demasiado tiempo. A medida que la infraestructura
estadounidense se deteriora, lo hace el lugar de los EEUU en el mundo. Sin
educación adecuada, la mayor parte de los estudiantes estadounidenses
serán incapaces de sostener una economía al nivel de lo exigido
mundialmente. Sin inversión pública suficiente para sostener un
crecimiento inteligente, los negocios seguirán trasladándose a ultramar.
La experiencia del huracán Katrina es un toque de atención. El agua abrumó
a Nueva Orleans porque el gobierno había cortado la financiación que
exigía el reforzamiento de los diques. Los pobres sufrieron de un modo
desproporcionado, pero también los ricos fueron obligados a abandonar la
ciudad. Si el gobierno de los EEUU sigue tirando dinero a la guerra en Iraq e ignora las necesidades educativas, sociales y de infraestructura
física que tiene el país, se encontrará en el futuro con el equivalente a
varias docenas de huracanes Katrina.
Hace ya más de veinte años, los estadounidenses buscaron inspiración en el
modelo asiático de desarrollo. Ya es tiempo de echar una segunda mirada. |