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1270 • TALÓN DE EEUU

 

Jueves, 26 de enero de 2006

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Se puede ir de Seúl al extremo sudeste de Corea del Sur en menos de tres horas, gracias a un flamante tren bala apoyado por la inversión pública. El gobierno de Corea del Sur hizo de la tecnología de la información una prioridad nacional, en su rumbo a transformarse en el líder mundial de accesos de banda ancha. La inversión estatal en investigación y desarrollo en campos como la biotecnología y la nanotecnología recibió un brusco incremento. Corea del Sur no está satisfecha con su 11º puesto en el ránking mundial de las economías. Quiere ser el principal nudo económico del Nordeste asiático, y pretende competir cabeza a cabeza con China y Japón.

El modelo asiático de desarrollo económico, que durante la crisis financieras de hace casi una década pareció colapsar, está vivito y coleando. Los surcoreanos conocen un secreto que los entusiastas del dejar hacer ni siquiera pueden meterse en la cabeza: el gobierno puede cumplir un papel esencial en la promoción del desarrollo económico, y debe hacerlo... No espere de las sociedades anónimas que se hagan cargo de semejante responsabilidad, porque la ganancia corto-placista les nubla la mirada. Solo la inversión pública en infraestructura (ferrocarriles, sistemas de comunicaciones, institutos de investigación, colegios, universidades) produce un crecimiento equitativo y sustentable.

El enfoque surcoreano está lejos de la perfección. Sigue plagado de colusión enfermiza entre el gobierno y el empresariado, y el mundo exterior siguió ejerciendo gran presión sobre Corea del Sur (los EEUU, la OMC) para que abriera su economía. Pero lo que le permitió a la economía surcoreana elevarse del nivel de Uganda a principios de los 60, a su actual posición mundial es tan sensato hoy como lo era entonces.

Comparemos ahora el enfoque surcoreano con el de los EEUU. Vivo en Washington, DC. Aquí, las escaleras mecánicas del subte suelen estar descompuestas, así que los pasajeros se ven forzados a subir o bajar a pie largos tramos de escaleras. Las escuelas públicas están superpobladas y son peligrosas. La atención médica para los que no tienen seguro de salud es terrible, o terriblemente cara. En los barrios más pobres, hay casas abandonadas, calles en demolición y demasiadas armas. Las tasas de asesinato y mortalidad infantil son espeluznantemente altas. La capital de los EEUU es una vidriera en muchos sentidos: monumentos y museos de nivel mundial, impresionantes edificios gubernamentales, vastos jardines y barrios riquísimos como Georgetown, el pedacito de ciudad que ve el turista. Cuando se la mira en conjunto, la situación de Washington DC  revela un sucio secreto de EEUU. Pese a proclamarse la única superpotencia mundial, los EEUU tienen un Talón de Aquiles: la infraestructura que se está derrumbando.

En 2005, la Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles otorgó a la infraestructura de los EEUU una lamentable calificación de D, porque un tercio de los caminos están en grave estado de mantenimiento y un tercio de todos los puentes tiene deficiencias de estructura. Comparado con los trenes de alta velocidad de Corea, los trenes de pasajeros de EEUU se están cayendo a pedazos y siempre al borde de la bancarrota. Nadie que quiera llegar a tiempo a ninguna parte toma el tren.

Y mire la educación. Corea del Sur, junto a Japón y Finlandia, se ubicó al tope de los últimos ránkings de la OECD en alfabetización para la lectura, la matemática y la ciencia. En los mismos tests, los estudiantes norteamericanos se amontonaron en la medianía del conjunto. Los EEUU gastan más en educación que la mayor parte de los países del mundo; pero se encuentran con un sistema educativo polarizado donde colegios de altísima gama atraen estudiantes del mundo entero y escuelas públicas sin recursos suficientes atienden a los pobres y a los inmigrantes recientes. El sistema educativo norteamericano está repleto de desigualdades salvajes. Dicho de otro modo, no solo importa saber cuánto se invierte, sino cuán equitativamente y con qué calidad se invierte.

EEUU tiene un largo orgullo por sus avances tecnológicos: la computadora personal, la internet, la biotecnología. Pero incluso en este aspecto deberían preocuparse. Mientras que países como Corea del Sur invierten grandes sumas en tecnología de la información para que todos sus ciudadanos accedan a la Red, los EEUU se están quedando atrás, tanto en investigación y desarrollo como en la distribución de los beneficios a la masa de la población. El Pentágono monopoliza la mitad de la inversión estatal y se ha pronosticado que alrededor de 2009 la parte civil habrá declinado otro 10%.

No es entonces una sorpresa que la industria haya desaparecido, virtualmente, de la economía estadounidense: cayó del 23% en la década de los 80 al 12,7% de hoy. Sin inversión pública en transporte, comunicaciones e investigación, la industria encoge.

Los estadounidenses adinerados pueden hacer de cuenta que no viven en estos EEUU en derrumbe. No usan el transporte público. No envían a sus chicos a escuelas públicas. Viven en barrios seguros, ponen alarmas en autos y casas, y pagan por atención a la salud de la máxima calidad. Sus empleos no se trasladan a China.

Pero ni siquiera ellos podrán seguir ignorando el Talón de Aquiles de la infraestructura por demasiado tiempo. A medida que la infraestructura estadounidense se deteriora, lo hace el lugar de los EEUU en el mundo. Sin educación adecuada, la mayor parte de los estudiantes estadounidenses serán incapaces de sostener una economía al nivel de lo exigido mundialmente. Sin inversión pública suficiente para sostener un crecimiento inteligente, los negocios seguirán trasladándose a ultramar.

La experiencia del huracán Katrina es un toque de atención. El agua abrumó a Nueva Orleans porque el gobierno había cortado la financiación que exigía el reforzamiento de los diques. Los pobres sufrieron de un modo desproporcionado, pero también los ricos fueron obligados a abandonar la ciudad. Si el gobierno de los EEUU sigue tirando dinero a la guerra en Iraq e ignora las necesidades educativas, sociales y de infraestructura física que tiene el país, se encontrará en el futuro con el equivalente a varias docenas de huracanes Katrina.

Hace ya más de veinte años, los estadounidenses buscaron inspiración en el modelo asiático de desarrollo. Ya es tiempo de echar una segunda mirada.

JOHN FEFFER
Colaboración ZNet